Especímenes son escondidos en falsos equipajes o pegados a los cuerpos de los traficantes.
Industria farmacéutica utiliza toxinas generadas por algunas especies para curar males como la hipertensión o afecciones cardiacas.
Úrsula Castro de Oliveira, bióloga del Instituto de Ciencias Biomédicas de Sao Paulo, denunció que la mayoría de los animales y plantas sacados ilegalmente de Brasil acaban en manos de la industria farmacéutica.
Castro de Oliveira explicó que lleva ocho años estudiando el tráfico ilegal y detrás de este negocio se esconden empresas de medicamentos que elaboran productos con las toxinas que generan los animales, además de investigadores "sin escrúpulos" y hasta "algunas congregaciones religiosas".
Según la profesional, los animales son escondidos en falsos equipajes o pegados en los cuerpos de los traficantes. Luego, son adquiridos por empresas de Estados Unidos y de Japón, que poseen derechos sobre ciertas sustancias que segregan los sapos, serpientes y otras especies, y que han sido utilizadas durante siglos por comunidades indígenas para fines anestésicos y para curar males como la hipertensión y las afecciones cardiacas.
La bióloga destacó los casos de la "Theobroma grandiflorum", de nombre común "cupuassu", una especie de cacao blanco que se utiliza para hacer chocolate en el norte de Brasil y cuyos derechos posee una empresa japonesa, y de plantas como el "rupununine", derivado de la nuez de un árbol que crece en Brasil que se ha usado tradicionalmente por pueblos campesinos como medicación natural para dolencias cardíacas y neurológicas, y cuya patente de ha llevado una empresa estadounidense.
El contrabando comenzó en la época de la colonización, agravándose en los años 60 y, según la científica brasileña, en la actualidad se ha convertido en un "auténtico abuso", denunciando la falla en la fiscalización de un delito que está castigado con penas de hasta un año de prisión.
