La escuela de la Patagonia donde los cóndores aprenden a volar
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Pumalín fue encontrado moribundo y con signos de enfriamiento cuando aún era un bebé en el parque nacional del sur de Chile con el que comparte nombre. Se cree que se cayó del nido durante una voraz tormenta. Desde entonces, su familia ha sido Liquiñe, una cóndor hembra que también fue hallada en pésimas condiciones, pero esta vez en la zona central del país. Ambos han vivido meses en cautiverio mientras se recuperaban y aprendían algo que no consiguieron de pequeños: volar. Ambos pasaron la primera etapa de la rehabilitación en un centro para rapaces en Santiago y luego fueron trasladados a una gran jaula en el corazón de la Patagonia chilena. Allí se acostumbraron a los vientos y las temperaturas patagónicas, aprendieron a desmembrar cadáveres de guanacos e incluso fueron visitados por otros cóndores, que se posaban durante horas en el techo de la jaula. El pasado fin de semana, sus cuidadores decidieron que había llegado el momento de "volar del nido". Habían alcanzado el peso preciso (entre 8 y 10 kilogramos), medían cerca de 2,7 metros de envergadura, su plumaje estaba en buenas condiciones y mostraban miedo a los humanos, señal de que no estaban domesticados.