Investigadores chilenos dieron con una -hasta ahora- desconocida especie de crustáceo, que fue encontrada en una paté de jaiba producida por una empresa de Chiloé.
La presentación del nuevo anfípodo bajo el nombre de Isaeopsis chiloensis en la revista Zootaxa fue precedida por un singular intercambio entre el doctor en Biología Luis Miguel Pardo y el especialista en pequeños crustáceos Jorge Pérez Schultheiss, quien pudo ratificar su carácter irreconocible.
Pero primero, Pardo alertó a Pérez sobre los empresarios del archipiélago que acudieron a su oficina en Valdivia para que revisara el problema de su alimento, que constantemente presentaba "pequeños puntos negros que afectaban el producto", según recordó en LUN.
"Lo investigamos en profundidad y llegamos a la conclusión de que se trataba de pequeños crustáceos llamados anfípodos que, cuando aparecen en grandes cantidades, se meten en las branquias de las jaibas", detalló el codescubridor y académico de la Universidad Austral.
El primer descubrimiento
Al no poder determinar la especie, recurrió por mail a Pérez Schultheiss, curador del Museo de Historia Natural, quien al recibir la comunicación se dio cuenta que la pequeña pulga de mar descrita por Pardo era similar a una que él mismo encontró hace 16 años en Carelmapu, Región de Los Lagos, y que conservaba en su colección de crustáceos.
Una vez comparados ambos seres en detalle, el experto constató que eran idénticos, y que efectivamente nadie había caracterizado antes a estos crustáceos de dos milímetros de largo.
Respecto al hallazgo inicial, un relato en la página del museo firmado por Pérez Schultheiss da cuenta de que el 19 de diciembre de 2004 se encontraba con unos pescadores que salían del mar con sus productos en Carelmapu, cuando vio una jaiba peluda en uno de los puestos que llamó su atención, "no por su valor culinario, sino por la extraña cubierta en su caparazón".
Las pequeñas algas que parecían cubrirlo comenzaron a moverse, así que el investigador sacó una muestra de los bichos no identificados, dejándolos en el frasco que 16 años después dio con el descubrimiento.
"Ha sido una experiencia súper interesante y gratificante porque es el final de un trabajo que inicié siendo estudiante", manifestó Pérez.