Tópicos: Sociedad | Fauna

Pequeño primate en cautiverio demuestra tal ansia de libertad que se suicida

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Autor: Cooperativa.cl

El tarsero filipino termina azotándose la cabeza o ahogándose cuando está enjaulado.

En ocasiones se deprime a tal nivel que muere de un trauma sicológico.

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El tarsero filipino, uno de los primates más pequeños del mundo, sufre tal estrés cuando vive enjaulado que a menudo termina golpeándose la cabeza contra los barrotes o sumergiéndola en el agua para quitarse la vida.

ImagenTal es el ansia de libertad de este peculiar animal, de sólo 16 centímetros de altura y enormes ojos marrones similares a los de un búho y los más grandes en proporción a su cuerpo de cualquier mamífero.

"No pueden sobrevivir demasiado tiempo enjaulados, les provoca estrés. Después de algunos meses se golpean la cabeza y si tienen cerca un recipiente con agua se ahogan a sí mismos. Lo he visto varias veces", indicó Carlito Pizarras, responsable del cuidado de los primates en la Fundación del Tarsero en la isla de Bohol.

Según algunos estudios científicos, el animal entre rejas cuelga su cabeza de la pared hasta provocarse la muerte, o incluso llega a deprimirse tanto que fallece de un trauma sicológico.

En caso de sobrevivir lejos de su hábitat, estos insectívoros que salen de caza por la noche y duermen durante el día en las ramas de los árboles, viven apenas 12 años, la mitad que en libertad.

Semilibertad

Los cerca de 100 tarseros del santuario de Bohol disponen de un bosque cercado de ocho hectáreas en el que viven en semilibertad y donde los turistas pueden observarlos acompañados de un guía, pero tienen prohibido tocarlos.

Esta restricción anima a muchos a visitar otros establecimientos menos rigurosos, y en teoría ilegales, donde los primates viven en un espacio reducido y los turistas se pueden fotografiar con ellos en la mano.

"El contacto con los humanos les afecta mucho, incluso pueden dejar de respirar por el estrés en esos momentos", lamenta Pizarras, que lleva toda la vida observando a los tarseros, primero como simple criador aficionado y cazador, y después como cuidador.

"De pequeño solía ir a cazar con mi padre y, cuando vi un tarsero por primera vez a los 12 años, me fascinó. Enseguida quise capturarlos para criarlos en cautividad o para disecarlos y venderlos a turistas, ya que también soy taxidermista", señala.

Con los años y al tiempo que iba descubriendo las peculiaridades de estas criaturas, Pizarras se dio cuenta de que cada vez era más difícil hallarlas en las selvas de Bohol.

"Ahora está mejorando la situación, hace 30 años desaparecían porque se quemaban bosques para transformarlos en campos de cultivo. Y también había mucha gente que los capturaba para venderlos como mascotas o campesinos que los mataban porque pensaban que comían sus cosechas", rememora.

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