José Mujica sabe lo que es vivir encerrado. El ex presidente uruguayo (2010-2015) fue un guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) desde la década de los sesenta y estuvo recluido 15 años en condiciones inhumanas.
El Covid-19 que azota al mundo y ha causado miles de muertes ha llevado al hoy senador de 84 años a un nuevo confinamiento, aunque esta vez en condiciones bien distintas.
Lejos de tomarlo como un problema, Mujica cuenta a EFE en una entrevista por videollamada que aprovecha el tiempo para caminar por su finca, para pensar y recomienda a todos aquellos que sufren el aislamiento que se reencuentren consigo, conozcan a aquel ser que llevan dentro y valoren la vida.
Pregunta (P): ¿Cómo afecta el COVID-19 a su vida?
Respuesta (R): Es sencillo. Primero, yo vivo en una chacra, tengo mucho espacio, como 20 hectáreas para dar vueltas y por lo tanto más de una vez me he definido: soy una especie de campesino frustrado. Me gusta la tierra no por lo que me dé, sino por lo que me sugiere y entonces estoy muy entretenido. Pero, por otro lado, soy un viejo que estuvo muchos años preso y en condiciones terriblemente difíciles en materia de soledad. Estuve siete años sin un libro y solo. Así que alguna cosa aprendí.
Hay algo que se llama introspección, que se puede resumir en aprender a hablar con el que se lleva adentro. Ese personaje que no conocemos mucho porque qué difícil es aquello de 'conócete a ti mismo'. Es muy útil hacer balances en la vida vistos desde una perspectiva lejana cuando el tiempo ha pasado y nos vamos a sorprender que aprendemos y conocemos cosas que no habíamos visto de nuestro propio andar. Esto ha roto todos los esquemas y es otra historia en la que entramos. Si hay una cosa globalizada es esta, no ha respetado fronteras ni pobres ni ricos. Me parece que vamos a tener un tiempo en el que vamos a tener que aprender a convivir con este enemigo que anda suelto, no lo vemos y está entre nosotros y no va a desaparecer por arte de magia, porque además tiene capacidad de mutar. Hasta que la ciencia no sea capaz de darnos un ramillete de respuestas que no están a la vuelta de la esquina. Por lo tanto no sabemos el costo que va a tener esto todavía.
P: ¿Estamos ante la posibilidad de cambiar el sistema capitalista por algo más colaborativo?
R: El capitalismo no va a cambiar por eso. Los que podemos relativamente cambiar somos los humanos, de ver ciertas cosas con otro criterio. En las últimas décadas viendo por un lado los defectos del Estado, de la burocracia, que es una construcción humana fallida, viendo los fracasos del modelo soviético ha habido como una ojeriza contra el Estado y ahora cuando las papas queman hubo que recurrir al Estado nación porque necesitábamos algo que tomara decisiones globales, que nos obligara.
No nos damos cuenta de que el Estado es una herramienta imprescindible por la complejidad creciente de las sociedades modernas. Puedes pensar políticamente lo que quieras pero estamos condenados a tener Estado y por lo tanto tenemos que luchar para que el Estado sea lo mejor posible. Como lo descuidamos, como a esto no le damos pelota tenemos una herramienta que cuando las papas queman nos quejamos y le atribuimos todos los males. Vaya contradicción. Puede ser que aprendamos que el mercado es importante pero no todo es mercado porque hay cosas que no va a arreglar jamás. Para esos baches que no puede arreglar el mercado necesitamos del Estado (...)
Lo otro es tener un poco de humildad, gastar más plata en la ciencia. No puede ser que los países ricos no tengan mecanismos previstos de gente que dedica científicamente a trabajar toda su vida en previsión y preparación frente a las epidemias porque están ahí en la puerta de la historia. No están superadas. No hacer disparates como un presidente (...) de una nación muy rica que está negando en un momento de batalla los recursos a un organismo que será bueno, malo o regular (la OMS), pero es lo que tenemos para pelear globalmente esta pandemia. Ya tendrás tiempo de ajustar las cuentas, pero no rompas la única herramienta que tenemos para globalizar esta lucha. Hay que aprender lecciones políticas, la más grande que hay que aprender es que vivimos en una época en la que necesitamos decisiones políticas globales que cubran algunas de ellas todo el mundo y no estamos en condiciones de instrumentarlas. Nos enfrentamos a una civilización que ha desatado esto y ahora no la podemos gobernar.
P: ¿La falta de Estados fuertes y políticas públicas hizo que colapsaran países como España o Italia?
R: Por lo menos no estuvieron a la altura de las circunstancias porque, además, nos sorprendió el asunto y se empezaron a tomar decisiones con criterios de "me parece", "esto es una gripecita" y le dieron una ventaja al virus que nos pasó por arriba. Son los casos en que la decisión política tiene que estar respaldada por la recomendación científica. Hay que darle valor a sus advertencias. Entonces hay lugares en los que se está pagando un costo demasiado alto, muy inútil, por no haber instrumentado a tiempo la única herramienta que teníamos que era cultivar el aislamiento y creo que ahí hubo una falla.
P: Europa, Estados Unidos y otras potencias mundiales se han visto arrasadas por esta enfermedad. ¿Cómo hace Latinoamérica para resistir el avance del coronavirus con la crisis social y económica que padece?
R: Por eso va a pagar un costo más alto como siempre. Tendremos que entender que hay que organizar compulsivamente la solidaridad. En las sociedades modernas no se puede discutir: el órgano más sensible de los seres humanos no es el corazón, es el bolsillo. Hay gente que espontáneamente da lo que puede y todo lo demás, pero en realidad esto no se arregla con caridad; necesita un largo tiempo de una sistemática y planificada solidaridad que significa que los sectores que tienen mejores ingresos pongan algo a favor de los otros tal vez por un par de años. ¿Por qué? Porque va a llevar tiempo. No estoy hablando de agarrársela con el capital, pero la gente confunde capital con ingreso.
De repente no tengo un capital pero tengo un buen ingreso y estoy planificando cambiar el auto dentro de dos años o cuando pase el tiempo irme con mi señora a Venecia. Esa persona tiene que poner un poco de polvito, dar una mano. No expropiarlo porque más vale poquito pero un largo tiempo. El capital necesitamos que invierta y se la juegue porque esto va a haber que sacudirlo.
P: ¿Se abrirá más la brecha en Latinoamérica después de esto?
R: Sí, es probable que se abra más la brecha. Que esa tendencia de las economías contemporáneas donde la economía crece pero concentra mucho más de lo que crece se acentúe si la política no logra corregir. La vida me enseñó que ningún cordero se salvó balando, todo depende de lo que la voluntad humana organizada colectivamente pueda pelear: derechos, igualdad, mitigar las diferencias, será parte de los avatares de los tiempos que vienen. Tendremos sociedades mejores si somos capaces de combatir por ellas y si a su vez mejoramos nosotros.
P: ¿Qué cosas buenas nos deja esta crisis sanitaria global?
R: Creo que me deja una sensación de humildad, que hay que darle mucha importancia a la ciencia, que no todo lo que brilla es oro y que en realidad no hay que andar tan apurado y que la vida es el único milagro que tenemos por delante. El único milagro para cada uno de nosotros es haber nacido. Venimos de un viejo no ser e iremos a otro no ser mucho más infinito y más grande. La aventura de la vida es maravillosa a pesar de todas sus contrariedades; por lo tanto hay que trabajar para vivir y cubrir nuestras necesidades materiales y esforzarse pero hay que dejarle tiempo a la vida, a los afectos, cultivar los afectos. No todo es negocio, no todo es progreso tecnológico, no todo es multiplicar bienes materiales.
Hay una cosa que no es de mercado que es la sensación de vivir colectivamente con las pequeñas grandes cosas que rodean la vida. Es tiempo de gastar parte de nuestro tiempo con los hijos, los amigos, la mujer, con la aventura de las relaciones humanas. ¿Por qué? Porque la vida se te va y no podés ir a un supermercado a comprar años de vida y cuando querés acordar estás condenado y tenés que hacerte esta pregunta: ¿qué ha sido de mi vida? ¿He gastado todo mi tiempo juntando recursos para pagar cuentas? Puede ser que alguna gente aprenda esto, el valor que tiene el estar vivo.