Los cambios de hábitos alimenticios para combatir la obesidad en América Latina tienen que venir de la propia gente a través de la educación y una visión multidisciplinar, más que de prohibiciones, concluyeron expertos.
En la segunda jornada de la Serie Científica Latinoamericana, Lola Coke, profesora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Rush (Chicago), advirtió que "las amenazas no funcionan" y es mejor "una aproximación más humana y empática", si bien admitió no saber con certeza cuánto tiempo requiere un cambio en el estilo de vida.
Por su parte, Mark Hamilton, que dirige el Laboratorio de Fisiología de la inactividad como profesor del Centro de Investigación Biomédica de Pennington (EE.UU.), llamó la atención sobre los 4.000 minutos a la semana o las 9 a 10 horas diarias que se permanece sentado e inactivo en las sociedades a nivel mundial.
Para lograr ese cambio de hábito, Héctor Balcázar, decano regional de salud pública del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en Houston, apostó por "movilizar a la población" y que "sea la gente quien encuentre sus propias respuestas".
En este simposio, que reunió durante dos días a más de 200 científicos de 14 países, se señaló que la barrera más importante para el cambio de conductas es el desconocimiento del impacto que los hábitos alimenticios y de sedentarismo tienen en la calidad de vida de las personas.
En esta segunda jornada se contó también con Daniela Godoy, del Ministerio de Salud de Chile, que presentó el programa de salud, en el que participaron el Gobierno, la sociedad civil y el sector privado y que "alcanzó en tres años al 83 por ciento de la población y logró reducir un 3,7 por ciento el índice de sedentarismo".
En esta edición de la Serie Científica Latinoamericana, la tercera tras la de 2011 en Colombia y 2010 en Brasil, se recomendó también una visión multidisciplinaria alejada del "egoísmo profesional", recordando que el paciente es "el capitán de la nave" y hay que involucrarle en las decisiones.
Además, se pidió una promoción de la educación alimentaria desde el ámbito familiar, y se destacó la importancia del entorno y los factores socioeconómicos para reducir la obesidad, más aún que el tipo de comida que se compra.