Los adeptos a las teorías apocalípticas vinculadas al supuesto fin del mundo que preconiza el calendario maya están convencidos de que el pico de Bugarach, una cumbre de 1.231 metros situada en el sur de Francia, escapará al cataclismo que acontecerá en la Tierra el próximo 21 de diciembre.
Nadie sabe dónde surgió la teoría que circula por páginas web de todo el planeta, pero el interés que ha despertado entre iluminados de todas las latitudes ha trastornado la vida de la pequeña aldea situada a los pies de esa cumbre, donde hay censadas 188 personas.
"No sé cuánta gente vendrá. Igual me tengo que comprar una bola de cristal para predecirlo", bromea en una conversación con la agencia EFE el alcalde de la localidad, Jean-Pierre Delord, quien lanza un mensaje claro: "¡Que no vengan!, la montaña estará cerrada y hará mucho frío", dice.
Las autoridades francesas, que desde hace dos años se preocupan por la magnitud del rumor y la más que posible comparecencia de advenedizos para el próximo solsticio, han decidido recientemente prohibir el acceso al supuesto refugio apocalíptico en la fecha señalada para evitar problemas de orden público.
El "dispositivo de seguridad" contará con un centenar de efectivos, entre gendarmes y personal de socorro, pero podría reforzarse si las circunstancias lo aconsejaran "frente a un fenómeno sin forma que se construye alrededor del rumores", explicó a la prensa el delegado del Gobierno del departamento del Aube, Eric Freysselinard.
"Esperamos algunos iluminados, algunas personas que creen en ese fin del mundo, pero en un número extremadamente limitado. Esperamos más bien curiosos en cantidades imposibles de determinar" y "sobre todo, muchos periodistas", precisó el prefecto.
Por su parte, el alcalde de la peculiar aldea no se altera ante los posibles desórdenes y dijo estar "muy tranquilo".
"Duermo sin somníferos. Es la Gendarmería la que se ocupa de todo eso", afirma.
Las teorías sobre Bugarach
El pequeño pueblo, a los pies del pirenaico macizo de Corbières, había sido objeto en el pasado de diversas teorías sobre el Santo Grial y los visigodos o sobre el tesoro de los templarios, escondido en unas ruinas cercanas al inquietante macizo calcáreo, emplazado sobre una antigua lámina jurásica.
Según se recoge en el informe de 2010 de la misión francesa de lucha contra las sectas, Miniviludes, "los 'adeptos' al pico de Bugarach han desarrollado todo tipo de hipótesis ligadas a teorías apocalípticas: terremotos, tsunamis y cataclismos de toda clase, vinculadas a la inversión de los polos magnéticos, a un incremento de la actividad solar, a la colisión con el planeta Nibiru".
Otros creen que la montaña, localizada a unos 60 kilómetros de Perpiñán, servirá de pista de aterrizaje para una nave nodriza extraterrestre que salvará de la hecatombe terrestre a unos cuantos elegidos.
Los servicios regionales de turismo de las cercanas Coiuza o Quillian dicen que no han registrado un interés turístico creciente motivado por el presunto apocalipsis y el alcalde de Bugarach confirma que no se ha producido un aumento de los precios inmobiliarios en los alrededores de la aldea, donde ya han se han visto esparcidas por el suelo ofrendas como amuletos y talismanes varios.
Incluso hay quienes en internet piden 2.500 euros (3.220 dólares) por carpas o tiendas de campaña para instalarse en los bosques colindantes al pretendido refugio contra la interpretación fatalista de las predicciones mayas o quienes ofrecen búnkers por 25.000 euros (32.200 dólares).
También están los que han decidido limitar la inversión y obtener el máximo beneficio, comercializando "auténticas piedras del pico de Bugarach" por entre 165 y 2.950 euros (entre 212 y 3.780 dólares) y quienes han preferido los canales editoriales, como Nicolas d'Estienne, autor de "La aldea del fin del mundo: cita en Bugarach" o Claude-Gérard Sarrazin, causante de "¿Apocalipsis o Atlántida?".
Más allá de las curiosas artimañas de unos y otros para intentar sacar dinero de los momentos previos al hipotético fin de los tiempos, en Francia se recuerda todavía con estupor el suicidio colectivo en 1995 de 16 miembros de la secta de la Orden del Templo Solar, que se prendieron fuego en el cerro de Isère, cerca de la frontera franco-suiza.