La columna de Aldo Schiappacasse: Africa está en otra parte
"El fútbol mayor se sigue jugando en dos continentes: Europa y Sudamérica", recalca el comentarista de Al Aire Libre.
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Por Aldo Schiappacasse, @aldoromulos
Hasta hace no mucho tiempo el lugar común de los funcionarios FIFA y los analistas universales nos llamaba a prestar atención al fútbol africano, que en el siglo XXI estaba llamado a convertirse en la sensación de los mundiales. Nada de eso ocurrió, ya con certeza. Los países del Africa Central emergieron en mundiales juveniles y Juegos Olímpicos, donde aprovecharon la dificultad para oficializar las edades, compitiendo siempre con el beneficio de la duda.
En Rusia 2018 los cinco países clasificados se fueron sin pena ni gloria en primera fase. Algunos mostrando falencias en el juego, otros -como Nigeria- una ingenuidad táctica que ya es norma en su participación en las grandes justas. Tienen jugadores interesantes, pero en su conjunto marcan con deficiencias y tienen serios problemas de finiquito, que es lo que suele marcar el tránsito de los equipos menores por la gran fiesta universal.
En resumidas cuentas, uno puede esperar una sorpresa cada cuatro años, un equipo que se salga de la norma. Pero la tendencia es indesmentible, el fútbol mayor se sigue jugando en Europa y Sudamérica, continente que metió a cuatro de los suyos en fases finales y el que quedó eliminado (Perú, que llegó por la vía del repechaje) se fue de manera injusta porque era más que Dinamarca.
Ahora que será un hecho que las Copas del Mundo serán disputadas por 48 equipos, habrá que tener en claro que la primera fase se jugará por divertimento y para que el último campeón europeo se arroje por la baranda al aferrarse a las viejas glorias o intentar un recambio apresurado. El resto es verso: Oceanía, Asia (que sólo metió a un ridículo Japón que apostó fuerte al otro duelo de la llave) y la Concacaf hacen número, porque México y Estados Unidos son un continente en sí mismos y deberían llegar habitualmente, salvo descalabro o sismo.
Lo concreto es que el fútbol del futuro no está en Africa, y si lo está, es a través de aquellos que arriesgando el pellejo buscaron nuevas fronteras y hogares en la Vieja Europa. Son los hijos de los inmigrantes, los refugiados en sus campos, los valientes que se lanzan al Mediterráneo lo que provocan la sangría de un continente que debe aspirar a la estabilidad política y al desarrollo económico antes que soñar con dominar al planeta fútbol.