La columna de Aldo Schiappacasse: Las mamaderas de Cristiano
Revisa el artículo del comentarista de Al Aire Libre en Cooperativa.
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Yo a Cristiano Ronaldo lo comprendo. Está irritado, enojado, contrariado. Quiere arremeter contra todo el mundo y es por eso que terminó empujando al árbitro y ganándose -con justicia- cinco fechas de castigo, lo que es mucho para uno de los jugadores más caros del mundo.
El portugués está enrabiado porque la justicia española le pisa los talones por los impuestos, y él, lejos de reconocer las faltas que ya condenaron a Messi y Alexis Sánchez, las emprendió contra los jueces. "Si estoy aquí es sólo porque soy Cristiano Ronaldo", dijo en ese afán tan futbolero de referirse a uno mismo en tercera persona y de creer que lo persiguen por su nombre y no por sus millones. También debe estarlo porque a punto de ganar su quinto Balón de Oro y empatar la marca de su archirival, aparece Neymar y se transforma de la noche a la mañana en el jugador más caro del mundo y en el mejor pagado, lo que para el ego del luso ya es demasiado. En su universo no hay espacio para más estrellas.
Bronceado parejito, mostró el torso en un festejo que pretendía ser revancha, pero terminó siendo copia del aquel que Lio había patentado. No le importó ganarse amarilla porque los beneficios eran muchos: venganza, exhibición impúdica de sus pectorales y, sobre todo, exaltación de su ego en el campo del enemigo.
Cristiano está irritable y todas esas pueden ser razones atendibles. Pero lo suyo va por otro lado. Está durmiendo mal. Tiene un hijo que está entrando en la edad del pavo y, además, tiene celos de los mellizos que llegaron a la casa donde no hay mamá que se haga cargo, ni nana puertas adentro porque el luso es celoso de su intimidad. El vive con su madre y, honestamente, todos sabemos lo que es vivir con la mamá en la casa, cuidando a dos guaguas y a un adolescente.
Como si eso no bastara, Georgina Rodríguez, su novia, está embarazada, con dos guaguas, un pre adolescente y una suegra copando la casa. La muchacha es modelo, debe sentir que su cuerpo se le escapa de las manos, que el novio no está disponible para salir a cualquier hora para comprarle sus antojos debido a que, por las noches, debe dar mamaderas y cambiar pañales, y eso para una primeriza que ve invadida su intimidad es un calvario.
Cristiano merece toda nuestra comprensión porque el fútbol será un impresionante negocio, pero no deja de ser un asunto familiar. Para un hombre llegar a la casa, sea cual sea su investidura social, es un momento de paz y, bajo cualquier análisis, para el mejor jugador de la temporada no lo es.
Lo digo pensando en Alexis que se debate entre París y Manchester, en las fotos que se saca con Mayte y en la célebre selfie donde aparece su mano, la de su novia y la pata de uno de sus perros. Yo quisiera que Alexis llegara en su mejor forma a la próxima fecha clasificatoria, pero se me antoja que por su mente pasan muchas cosas y que el fútbol jugado en cancha no está entre sus prioridades. Me alegra que se bese bajo la Torre Eiffel, que suba sus cenas románticas a Instagram o que luzca sus oblicuos con orgullo, pero preferiría que se mostrara festejando sus goles, orgulloso de su esfuerzo, jadeante de sus éxitos.
Pero la vida no es así. Bien lo sabe Cristiano, que para más remate deberá pasar cuatro fines de semana encerrado en su casa. Con toda la tribu. Y eso es un martirio.