La columna de Aldo Schiappacasse: Pido perdón
Marcelo Ríos ofreció disculpas y el comentarista de Al Aire Libre analizó sus palabras.
Marcelo Ríos ofreció disculpas y el comentarista de Al Aire Libre analizó sus palabras.
El acto del "Chino" Ríos no fue un chiste malogrado, como dice en su carta de disculpas. Fue una metáfora poco poética y fallida. No pretendía Marcelo que los periodistas concretáramos físicamente su petición, sino que lo suyo era una solicitud de atención, de reconocimiento, de sumisión -si se quiere- ante su portentoso pasado. Algo que es frecuente en quienes gozaron de los privilegios de la fama y la adulación y, como es lógico, lo fueron perdiendo.
Quisiera decirle al "Chino" que, personalmente, no era necesario perdime perdón, porque jamás me imaginé de rodillas concretando sus anhelos, sencillamente porque -pese a la falta de poesía- entendí su metáfora. Y reiteraré que la paradoja es que el Chino lo pidió justo el día en que se había anunciado un gigantesco acto de reconocimiento a su legado. De manera anticipada, irreflexiva y poco cauta, el futuro ministerio del Deporte filtró que el acto de homenaje que se realizaría en el Monticello (casino- espectáculo) podría realizarse en el frontis de La Moneda (el mayor símbolo republicano) para celebrar la gesta ante Agassi, lo que es entendible por el rol que jugó el deportista en la campaña.
Yo, que no sufro la condicionalidad ideológica de los símbolos patrios que tanto emocionan a buena parte de nuestros ciudadanos, lo encontré bonito, pero irracionalmente acelerado, porque podrían haberse esperado hasta marzo para hacerle un cariño a tan entusiasta activista. No creo, como dicen algunos, que se esté licitando el frontis de La Moneda para eventos privados, porque entiendo que la casa de Gobierno no se arrienda, sino que se presta con beneplácito para homenajes que lo ameriten.
La metáfora del Chino arruinó la estrategia y la fiesta, claro, y es por eso que debería pedirle perdón a la futura ministra Kantor, que se vio no sólo obligada a desmentir a las pocas horas la idea que la hizo figurar anticipadamente en funciones oficiales, sino a movilizar el aparato comunicacional y de redes de la futura administración para amortiguar el impacto de su acelerado salto al plano noticioso.
Ríos ha pedido perdón nuevamente y creo que sinceramente. Tal como lo hizo con Giuliana Sotela, Manuel Astorga, su ex esposa Quenita, el señor al que orinó en La Serena, los carabinieri romanos y una larga lista de chistes fallidos que lo anteceden, y que no le han quitado ni el cariño de los aficionados, ni el recuerdo de quienes lo vimos jugar. Como a tantos otros que tras el retiro claman por afecto, reconocimiento y cariño, las manifestaciones de respaldo pese a la grosera metáfora deben haber servido de bálsamo para su ego.
Una última cosita. Marcelo Ríos decidió contar el chiste en representación de la Federación de Tenis, que no tiene dinero, está intervenida y costea a duras penas sus gastos. Los dirigentes lo apoyaron, lo apañaron y lo quisieron -que era lo que el "Chino" pedía metafóricamente- pero estarán obligados a pagar la multa de 2.500 dólares que le aplicó la ITF.
Sería un lindo gesto que el "Chino", que dinero tiene, asumiera su responsabilidad y los pusiera de su bolsillo. Y quedaríamos todos tan felices, hasta la próxima vez que se le ocurra hacerse el chistoso.