La columna de José Arnaldo Pérez: ¿Sirve realmente?
Revisa la opinión del periodista de Al Aire Libre en Cooperativa en relación al Dakar.
Revisa la opinión del periodista de Al Aire Libre en Cooperativa en relación al Dakar.
Por Por José Arnaldo Pérez, @ChascaPerez
La ministra del Deporte, Pauline Kantor, fue enfática al señalar que el Dakar 2019 no tendrá a Chile como uno de los organizadores dado que hay una política de austeridad fiscal, y que urgen otras materias relacionadas con los niños, adultos mayores y los deportistas con miras a los Juegos Panamericanos de Lima del próximo año y de los Juegos Olímpicos de Tokio del 2020.
Si realmente el Gobierno del Presidente Piñera allegara fondos a esos sectores es una medida adecuada y elogiable. Porque, más allá que el deporte sea muy relevante, esos ámbitos no deben quedar en el olvido. Pero si es una excusa demagógica para no organizar la prueba más exigente del Rally Raid el tiempo nos dará la respuesta, y una vez más comprobaremos que a los gobiernos de nuestro país el deporte les interesa muy poco.
Se sabe, y hay que recordar, que más allá de una inversión inicial de siete millones de dólares que debiera desembolsar el Estado para organizar esta carrera en nuestro país, los beneficios son inmensamente superiores. Y aunque cuando se habla de ganancia no logran transparentarse todas las cifras, a modo de ejemplo, en Argentina hace unos años dieron una cifra: 300 millones de los "verdes", considerando todos los que se vieron beneficiados, siendo el comercio y la hotelería los que más se alegraron con la competencia.
Hay que hacer una salvedad en la organización. El país que da la largada goza de más privilegios que aquel por donde pasa la ruta o recibe la meta. Ya que antes de la partida, y durante varios días, llega la caravana de competidores y los fanáticos para prepararse para este gran espectáculo. Por eso Argentina siempre, y en una estudiada medida, peleaba el inicio por sobre la bandera final. Después de la cual todos querían partir cuanto antes a casa. Por tal motivo con la ausencia de los trasandinos, Chile emergía como apertura y cierre ideal de la competencia. Y los réditos podrían haber sido altísimos.
¿Y qué es lo negativo entonces? La destrucción de sitios de relevancia arqueológica y natural. Pero eso pasa porque simplemente no se hacen las cosas bien. Si se exige -de verdad- un trazado que respete los lugares de cuidado la competencia puede llevarse a cabo. Porque es una liviandad y enorme mezquindad decir que ningún centímetro del desierto puede ser tocado. Al contrario, la belleza de esa aridez, el cielo transparente y la exigencia de la ruta seduce a los seguidores y amantes no sólo de este deporte, también a muchos turistas y aventureros. Que no sólo los días de carrera se motivan a visitar lo que los medios muestran a todo el mundo.
Claro, si pensamos que las cosas se van hacer a la "chilena", permitiendo que ASO, la empresa que organiza, tenga todas las libertades sin control, allí y sólo allí el portazo se debe sentir más fuerte que todos los motores juntos del Dakar. Porque el mundo ya nos ha dado pruebas que en todas las competencias que se hicieron de forma irresponsable y sin control los resultados fueron horrorosos, además de altos grados de corrupción, llenando los bolsillos de aquellos que jamás sienten vergüenza. Sin ir más lejos el despilfarro de Grecia, con 10 mil millones de dólares para los Juegos del 2004 aún se dejan sentir en la economía helénica (ufff pensar que el intendente Marcelo Trivelli quería hacer unos. No supo pavimentar la Alameda e iba hacerlos, en fin). O los altísimos costos en Brasil para el Mundial del 2014 y los Olímpicos del 2016 sonrojan a cualquiera.
¿Es un negocio? Obvio. No descubrimos la ruta secreta al Dorado con eso. ¿Pero qué competencia deportiva no lo es hoy? Cada evento tiene adosado el dinero a su desarrollo. Por eso, reitero que, el beneficio monetario, más allá de la inversión inicial del Estado, es real. Y en lo deportivo se ha visto que los nuestros son protagonistas, pelean el podio, y no son actores secundarios. Y como país se pasa a ser por algunos días el centro del mundo tuerca, y se abren oportunidades múltiples para que se consuma e invierta en Chile.
Entonces hacer una Dakar sí sirve, y mucho. Salvo que esos siete millones de dólares de verdad vayan para nuestros niños y adultos mayores que lo necesitan aún más. De lo contrario, si la “chiva” fue mala, y ni ellos se ven beneficiados, quedará claro que el manoseado “desarrollo” que se pretende en el deporte estará muy pero muy lejos, a una distancia larga. Tan larga como recorrer a pie un Dakar.