Tan Tán
¿Si podemos bailar cueca, para que seguir al ritmo de la samba?, digo para cerrar con un toque patriotero, algo cursi y definitivamente cliché esta vil entrega diaria. La manera más adecuada para decir adiós sin remordimientos.
¿Si podemos bailar cueca, para que seguir al ritmo de la samba?, digo para cerrar con un toque patriotero, algo cursi y definitivamente cliché esta vil entrega diaria. La manera más adecuada para decir adiós sin remordimientos.
Por Aldo Schiappacasse desde Venezuela.
Se acabó.
Debo decirlo con una cuota de alivio. Ayer, mientras presentaba el partido, miraba de reojo el marcador virtual de la radio y no podía creerlo. Lo que en un minuto era cero a cero, sorpresivamente se transformó -en un suspiro- en un 4 a 0 que me huele a fiesta con final apoteósico, a toda orquesta. Después de eso, meterse emocionalmente en la final de Copa América resultó difícil, lo confieso.
Más lo es cerrar esta columna que durante un mes siguió la aventura venezolana. Con sabor agridulce, ya les dije. No me quejo ni por el espectáculo, ni por la gente, ni por la experiencia, pero al final la música estaba en otra parte. Acá, para nosotros, sólo la resaca.
Como suele suceder, ganó el que más lo trabajó. A mi me gustaba Argentina, hasta la final. Y, para desgracia de los abanderados del lirismo, quedó demostrado que no basta con jugar mejor ni tener a los jugadores mejor dotados, porque en estas competencias lo que vale es el pragmatismo y la eficiencia. Ayer no apareció Robinho, pero el Brasil de Dunga fue una maquinita bien aceitada que goleó merecidamente a los atribulados albicelestes, que no tuvieron sino una pizca del orden y la maestría de otras jornadas. Messi se quedó en el esbozo y Riquelme se perdió en las marcas.
Fue un triunfo a lo Dunga: de los sacrificados. O sea, de Mineiro, Gilberto, Maicon, Alex y Julio Baptista, el más potente (de fuerza) de los volantes creativos que nos ha regalado la canarinha en el último tiempo. No me alegro, porque les vi todos sus partidos y no tuvieron nada deslumbrante, salvo contra Chile, claro, y ahí fue puro sufrimiento.
Advierto de antemano a todos los que ahora dirán que Brasil siempre fue su candidato -porque saben mucho de fútbol- que la "masa futbolera dura" advirtió en todos los tonos que esta era el Brasil C (cuando golearon a Chile, ¿se acuerdan?) y que por lo tanto lo único que ratifica su triunfo es la relatividad del juicio. Quizás con Ronaldinho y Kaká no trabajaban tanto como en esta pasada.
Argentina pecó de ingenua. En el primer gol los pillaron mal parados en el cambio de frente, en el segundo el centro de Maicon tenía dos receptores en el área y en el tercero Riquelme estaba de líbero. Lo de siempre en los equipos que buscan.
Pero, muchachos, concédanme que comentar fiestas ajenas es una lata. Vuelvo -si Dios quiere, como decía mi abuela- para ver los últimos dos partidos de la Rojita. Yo propongo jefe, y perdóneme que lo interpele nuevamente, que estas crónicas las siga el Chico Díaz -con la ayuda de Lara- desde Canadá. Aquí estoy puro parando el dedo. Honestamente a alguien le puede interesar un análisis de Zanetti o que les cuente de la fiesta de Chayanne. ¿O por qué no vino Chávez? Noooo, pues. Paren la chacota.
¿Si podemos bailar cueca, para que seguir al ritmo de la samba?, digo para cerrar con un toque patriotero, algo cursi y definitivamente cliché esta vil entrega diaria. La manera más adecuada para decir adiós sin remordimientos.