Usain Bolt, un gigante de 1,95 metros y sólo 21 años, instauró en Beijing una nueva era en los 100 metros al proclamarse campeón olímpico con un tiempo de 9,69 segundos, tres centésimas por debajo de la plusmarca que había establecido en Nueva York hace tres meses.
No hubo duelo con su compatriota Asafa Powell, que volvió a rendirse en el momento supremo. Bolt tampoco necesitó hacer una gran salida. Su brutal aceleración le puso dos metros por delante de todos y pudo soltar los brazos, relajarse y disfrutar por anticipado de su asombrosa victoria.
Bolt, Powell y Tyson Gay, los tres atletas más rápidos de la historia, estaban convocados al duelo más esperado de los Juegos Olímpicos, del que se descolgó este último, eliminado en semifinales. Hasta la meteorología quiso sumarse a la fiesta y se mostró propicia: 28 grados y sólo un 35 por ciento de humedad.
Poco duraron las dudas
La incertidumbre duró treinta metros. A esa altura las doradas zapatillas de Bolt ya marchaban con clara ventaja y en esa situación el jamaicano es actualmente imbatible. Cuando Powell le venció este año fue porque el nuevo prodigio protagonizó una partida desastrosa.
La incursión de Usain Bolt, el 31 de mayo pasado, en la prueba reina de la velocidad con un nuevo récord mundial en Nueva York (9,72) devolvió el máximo interés a la carrera de 100 metros, que buscaba un sucesor "limpio" para relegar al olvido al campeón de Atenas 2004, el estadounidense Justin Gatlin, sancionado por dopaje.
El segundo lugar fue para el trinitario Richard Thompson (9,89) y completó el podio el estadounidense Walter Dix (9,91) dejando recién quinto a Powell, quien fue incapaz de confirmar sus laureles en la final más rápida de la historia.