Por José Arnaldo Pérez, enviado especial a Melbourne japerez@cooperativa.cl
El 20 de enero es un día de festividades en nuestro país. La gran fiesta religiosa de San Sebastián en Yumbel, y también el día del "roto chileno" se trasladaron a Melbourne, ya que Fernando González dio cuenta del local Lleyton Hewitt con mucha clase y categoría.
En los dos primeros sets, y sin faltarle el respeto al destacado jugador australiano, Fernando González lo sacó literalmente de paseo, sin darle chance alguna a Hewitt con un doble 6-2 que parecía un partido totalmente fuera de libreto, pero que fue posible merced al talento del chileno y a los golpes casi perfectos, por sobre todo de su revés.
En la tercera manga el repunte del local corrió en paralelo con el buen rendimiento del "Feña", ya que no hubo tregua, ni de cañonazos, ni de fuerza, ni de calidad, hasta que en el duodécimo juego Hewitt rompió a González el servicio, y lo hizo pasar la única vergüenza de la noche al dejarlo sin opción, y en cero. Así se llevó el set por 7-5. Y todos pensamos en el alza del oceánico. Pero
El cuarto capítulo se dio igual que el tercero, sin puntos bajos a la hora de servir, salvo en el séptimo juego, donde Fernando González rompió con un punto infartante, ya que tenía la opción de quiebre, y golpeó la pelota con el revés a la izquierda de Hewitt. La esférica lentamente atravesó toda la cancha, siempre por fuera. Caía y seguía por fuera. Aterrizaba y seguía por fuera. Casi llega al suelo y seguía fuera. Pero cuando impactó la superficie de la cancha fue ADENTRO.
Punto y quebramos. Bueno, quebró González. 4-3 arriba. Y de allí todo más lleno de nervios para los nacionales, que merecen un alto en esta celebración del "roto chileno", ya que con esa picardía propia de nuestros criollos un par de centenas consiguieron su entrada en el mercado negro, porque el estadio estaba vendido desde mucho antes.
Con ese ingenio típico empezaron a ubicarse de a poco, y lograron juntarse, uniendo una barra que saltó normas y disposiciones. Pero que los guardias no pudieron disolver. Porque a quién llevaban detenido si todos estaban en el lugar que no les correspondía.
Es cierto que tenían entradas, pero ellos querían una ubicación conjunta a los suyos y no en un puesto distante. La unión hizo la fuerza, y sirvió de estímulo a González, quien en la cancha ya con ese 4-3 a favor buscó el triunfo con ansias, pero sin caer en la desesperación.
Se puso 5-3, y allí todos electrizados. Hewitt debía recurrir como siempre a su amor propio para sacar la faena adelante. Fernando se la puso más dura cuando le dejó punto de quiebre y de partido, claro está. La sacó Hewitt. 5-4. Descanso y a servir por el match.
González siguió arriba, nuevos puntos de cotejo con 40-15 a favor. Hewitt creció y emparejó. Fernando colosal para volver a dejar todo en carrera y con un nuevo punto quedar a las puertas de octavos y medirse con James Blake (3-3 a tres están en las confrontaciones previas).
Lleyton quería prolongar todo, pero González tomó su raqueta, cual pañuelo, hizo medio giro, sedujo la pelota, la guío hacia el fondo, y con el zapateo de un alborozado salto celebró este día del "roto chileno". Pero con clase, finura, categoría
Y obvio con picardía, corazón y alegría.