Por Rodrigo Hernández, desde Nueva York
Ser uno de los 32 cabezas de serie de un Grand Slam, pero estar fuera los 16 primeros será siempre un gran peligro para los integrantes del segundo pelotón porque en tercera ronda están condenados a toparse con un jugador de mejor ranking. En 2005 Fernando González lo comprobó en Roland Garros al caer con Roger Federer, lo mismo que Nicolás Massú esta temporada también frente al número uno del mundo.
El fenómeno inverso supone generalmente un mejor pronóstico para el tipo que está mejor clasificado. Y por eso González tenía un leve favoritismo frente a Andy Murray, su rival en tercera fase, aunque de todos los oponentes posibles era el más difícil.
Murray, de 19 años y ubicado en el decimonoveno casillero del listado ATP, venía precedido al igual que González de una sólida campaña en los torneos previos al US Open (finalista de Washington, semifinalista de Toronto y cuartofinalista de Cincinnati con triunfos sobre el británico Tim Henman, el estadounidense Robby Ginepri y el mismísimo Federer, entre otros) por lo que el partido se anticipaba abierto y con opciones compartidas.
Tanto así que en la previa el español Rafael Nadal citó al escocés como uno de los candidatos a llegar lejos en el torneo junto al francés Richard Gasquet y al checo Tomas Berdych.
Lamentablemente para González, Murray confirmó todo lo bueno que se hablaba de él. Un chico que dejó hace meses de ser promesa y un mero icono marketero en Gran Bretaña para convertirse en un jugador de primera línea que muy pronto tendrá su lugar entre los 10 primeros del mundo.
El número uno de Chile tuvo sus opciones. Después de un comienzo errático y perder el primer set por 6-3, se adelantó por 6-3 y 6-2. Entonces pareció que lo tenía dominado y primaría su mayor experiencia, pero ocurrió todo lo contrario. El escocés quebró en el octavo juego del cuarto set y tomó las riendas para llevarse el encuentro por 6-3 y 6-2 en los capítulos finales. Un desenlace con calco a la eliminación de Nicolás Massú ante el ruso Mikhail Youzhny.
"Estoy muy amargado, pensé llegar lejos y me quedé sólo en tercera ronda", se lamentaría más tarde González dejando en evidencia su frustración. Una impotencia proporcional a la confianza que hasta el mediodía del domingo respiraba por sus poros. Por eso ya poco importa analizar técnicamente si pegó el slice en exceso o si la derecha no le funcionó como en sus mejores días. Lo más relevante, y doloroso, es que cerró la temporada de Grand Slam con una cosecha con números rojos porque alcanzar tercera ronda en Londres y Nueva York es muy poco para un jugador de su categoría.
Sin embargo como el circuito ofrece un calendario generoso en torneos importantes, el "Bombardero" aún no debe dar por perdida su carrera hacia el Masters de Shanghai. Al revés, los Masters Series de Madrid y Paris le ofrecen el dulce manjar de la revancha y la motivación necesaria para regresar a la cita de los ocho mejores por la puerta ancha. Para un jugador que anota tres semifinales y dos cuartos de final en campeonatos de esa categoría el crédito está abierto. Se lo ganó con creces.