Por Rodrigo Hernández desde Dusseldorf
Para qué lo vamos a negar. Habría sido lindo que Chile hubiese jugado el sábado su tercera final en cinco años de la Copa del Mundo por Equipos en el Rochusclub de Dusseldorf. Escuchar la canción nacional, ver un centenar de jóvenes chilenos vibrando en la tribuna, y a Nicolás Massú y Fernando González festejando a costa de checos o españoles.
Era una linda oportunidad, es cierto. Pero en la vida la plata no es todo. Y los títulos repetidos tampoco. Aunque se trate de un cheque de más de 200 millones de pesos, perdón de 158 palos porque acá en Alemania también se pagan impuestos y la retención asciende al 21 por ciento.
Días antes Massú me lo había representado. "Voy a jugar los partidos a muerte, como siempre lo hice, pero si salimos campeones no creo que sienta lo mismo que la primera vez. En 2003 venía de número tres detrás de Fernando y el 'Chino' Ríos y fue emocionante y, al año siguiente, lograr el bicampeonato fue súper especial. Pero ahora estoy más grande, viví cosas más potentes como las Olimpiadas y otros torneos. Me encantaría ganar, pero no creo que esta vez me vaya a tirar al suelo, ja, ja, ja", bromeó.
Al menos este año no sabremos como habría sido el festejo de Massú. Tampoco de González. Ambos perdieron sus individuales ante Juan Ignacio Chela y José Acasuso, respectivamente, y le dieron luz verde al equipo trasandino a la final.
Fue una derrota indolora porque el foco está puesto en Roland Garros, a donde Massú dice llegar tan en forma como el año pasado -alcanzó tercera ronda y estuvo a punto de llevar a Federer a un quinto set- y González está con la convicción de hacer algo grande (rn 2003 llegó a cuartos de final y fue quien le opuso mayor oposición al campeón Juan Carlos Ferrero
aunque en ese momento Federer y Nadal no alcanzaban la dimensión actual).
Que no se piense que este jueves los campeones olímpicos botaron sus partidos en Dusseldorf. Pero tampoco les dolió como una estocada mortal. A los pocos minutos de la eliminación estaban de pie. Y es que tan pendiente de los detalles está el "Bombardero" que, pocos minutos después que Massú cayera ante Acasuso y la derrota fuera irreversible, reservó pasajes para él y su cuerpo técnico rumbo a Paris.
"Mañana entrenamos en la mañana y en la tarde porque podrían programarnos el domingo", comentó segundos antes de subir al Mercedes Benz último modelo que transportaba a los jugadores y a su coach Larry Stefanky.
El recuerdo de Bois de Bulogne 2006 no es muy grato para González, que luego de sortear un difícil estreno ante Marat Safin fue sorprendido en segunda vuelta por el entonces emergente Novak Djokovic. Aunque no lo verbalice, el número uno de Chile aspira a trepar al número tres del mundo y el Abierto de Paris puede ser una inmejorable coyuntura porque defiende muy pocos puntos y, por ejemplo, Andy Roddick, uno que le antecede, está lejos de sentirse cómodo en la tierra batida.
Nico Massú, a su turno, se lo tomó con algo más de calma y viajará pasado el mediodía a Paris. Igual tiene previsto darse una vuelta por "Rolanga" y soltar la mano cuando caiga la tarde. Su expectativa es alta, dice, pero su posición también mucho más feble que la de González porque al no ser cabeza de serie está expuesto a un sorteo mucho más difícil que el "Bombardero". Al menos de entrada. Veremos