La versión israelí del "Gran hermano" será objeto de debate la semana que viene en el Parlamento (Kneset) e investigada por una comisión especializada de la Autoridad de Radio y Televisión, tras revelar un diario que algunos de sus participantes recibieron medicación psiquiátrica.
El escándalo, que ocupa la portada del suplemento de entretenimiento del diario Yediot Aharonot, surgió hace unos días a raíz de las denuncias de varios de los participantes de ediciones anteriores.
"Jugaron con nuestro cerebro", aseguró uno de ellos sobre los tratamientos que recibieron en secreto cuando entraban al confesionario.
Allí, al quejarse de que no podían más y querían salir del programa, el Gran Hermano los derivaba a un psiquiatra que "decidía la administración de medicamentos psiquiátricos", afirma el diario.
"Lo que vieron allí era una persona drogada, inducida y encarcelada", declaró sobre sí mismo Saar Sheinfein, participante de la segunda temporada y a quien administraron píldoras para casos extremos.
Sheinfein asegura que "al ver Gran Hermano la gente cree ver la realidad, pero con sus mensajes SMS lo único que hacen es votar por candidatos robotizados".
Otros candidatos confirmaron al Yediot Aharonot que fueron obligados a firmar un contrato en el que se comprometían a tomar las pastillas que les recetara el psiquiatra, un conocido médico que trata a famosos y que el año pasado estuvo en el epicentro de otro escándalo.
La Autoridad de Radio y Televisión israelí ha abierto expediente de investigación a los productores por presuntas irregularidades y violación del código ético, aunque éstos desmienten las acusaciones.