"Wrecking Ball", el título del disco que lo trajo a Chile, era una promesa y también una amenaza: y el debut de Bruce Springsteen en el país terminó transformándose precisamente en eso, en una bola demoledora que remeció los cimientos del Movistar Arena ante unas ocho mil personas que llegaron a disfrutar del primer concierto del "Jefe" en Santiago.
Comenzó pasadas las 9.30 de la noche, pero la energía que derramó en escena compensó desde el primer minuto cualquier atisbo de molestia en la audiencia por el retraso. Acompañado de su inseparable E Street Band, se apropió del recinto con un alarde de energía que ya se quisieran decenas de bandas y solistas adolescentes que hoy reducen su espectáculo a la mitad de lo ofrecido por Springsteen y con un cuarto de su despliegue físico, espontaneidad y solidez sonora y escénica.
En casi cuatro horas de show, esta autodesignada "voz" de la clase trabajadora norteamericana, el representante con guitarra del hombre común que lucha por mantener los sueños y esperanzas en una sociedad brutal, saldó la larga deuda, compensando la espera de tres o hasta cuatro décadas que sus - no numerosos pero - acérrimos fanáticos chilenos sostuvieron con una fe digna de sus mejores versos.
Con un repertorio que no dio pie a pausas, ni siquiera para permitirse un humano respiro a sus 63 años (que no fueron tales en la mirada asombrada y boquiabierta de un público en promedio dos décadas menor), Springsteen bailó, corrió entre la gente, estrechó manos, se lanzó a flotar sobre brazos anónimos e incluso besó a una mujer en la boca en el marco de una histriónica actuación.
Todo parte de un espectáculo completo que recorrió canciones antiguas de su repertorio como la portentosa "Thunder Road", "Tenth Avenue Freeze-Out", "Badlands" o una agradecida inclusión del clásico "Because the night", que compuso junto a Patti Smith en 1978, sin dejar de lado cosas más nuevas como "The Rising" (su homenaje a las víctimas del atentado a las Torres Gemelas) o "Wrecking Ball", que da nombre al disco que sirvió de justificación para este primer show en Chile.
Que el canto tiene sentido
Cuando ya sumaba más de dos horas de presentación y completaba la veintena de temas interpretados, se tomó la licencia de detener su ritmo frenético pero no sin una buena razón: en un discurso preparado en español recordó su visita en 1988 al concierto de Amnistía Internacional en Argentina, momento en el cual se encontró con familiares de detenidos desparecidos y conoció la escalofriante realidad de las dictaduras latinoamericanas.
Con el imperativo de expresar su solidaridad con lo vivido en Chile, interpretó "Manifiesto" de Víctor Jara, una canción que escogió luego de solicitar a la productora DG Medios, responsable de su show, que le contara cuáles son las composiciones más emblemáticas del asesinado cantautor nacional.
Tras eso, la impresionante ostentación de energia y empatía con la audiencia se prolongó por casi una hora más. El clásico "Born in the USA" - quizás su canción más conocida entre un público nacional que nunca lo ha tenido como uno de sus ídolos más convocantes y que en su mayoría lo reconoce sólo por dos o tres hits ochenteros -, no podía faltar a la hora de clausurar una noche memorable, que también incluyó otros guiños a la década y también a los setentas como "Born to Run", "Rosie" ("Rosalita Come Out Tonight") y la infaltable "Dancing in the Dark".
Fue ahí donde se tomó el tiempo de subir al escenario a cada una de las personas que llegaron hasta el Movistar Arena con un cartel donde le pedían bailar con él (tal como en el video de la canción original protagonizado por la actriz Courtney Cox). Al menos cuatro mujeres y un hombre desfilaron por la escena en bailes improvisados donde Springsteen tampoco escapó de los fogosos besos y abrazos de sus seguidores.
Todo cerró pasada la 1.00 am con una E Street Band retirada del escenario (¿agotada quizás de seguir los pasos a su incansable jefe?) y con un Springsteen agradeciendo la cálida recepción del público con una versión acústica de "This Hard Land" solo con su guitarra y armónica.
En resumen, un concierto de características pocas veces vistas en nuestro país, perfecto merecedor de la etiqueta de "Mejor Show del Año" que le entregó la revista Rolling Stone y que, sin duda, deja una vara alta a superar por las decenas de artistas jóvenes programados en Santiago y que tienen todo que aprender de este justo y verdadero "Boss" del rock and roll.