La canciller alemana, Angela Merkel, homenajeó hoy a los miembros de la conjura militar que el 20 de julio de 1944 intentó asesinar a Adolf Hitler como unos "patriotas", movidos por la "obligación a desobedecer" a la dictadura nazi.
"Hay momentos en que la desobediencia es obligatoria", apuntó la líder alemana, en el 75 aniversario de la llamada "Operación Valkiria", el atentado fallido contra Hitler cuyo autor material fue el coronel Claus Schenk von Steuffenberg.
Merkel llamó a "cuidar su memoria para que las lecciones de la historia no se desvanezcan" y recordó que el "derecho a la resistencia" en defensa del orden democrático está contemplado en la Constitución alemana, redactada cinco años después de la Capitulación del Tercer Reich.
"Fueron soldados modelos que se levantaron contra la tiranía", destacó la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, quien asumió esa cartera esta semana tras la elección de su antecesora, Ursula von der Leyen, para presidir la Comisión Europea (CE).
"La Operación Valkyria"
El coronel fue quien colocó un maletín con una bomba activada bajo la mesa donde Hitler se reunía con el Estado Mayor, en su cuartel de Prusia Oriental, en Ketrzyns, una trama minuciosamente preparada durante meses por un grupo de aristócratas y militares.
En el interior del maletín había dos artefactos, pero solo estalló uno y provocó la muerte de cuatro de las veinticuatro personas presentes, mientras que Hitler sufrió apenas heridas leves y se dirigió unas horas después por radio al país.
Stauffenberg abandonó el cuartel poco antes del estallido y regresó a Berlín sin saber aún que Hitler seguía vivo, dispuesto a seguir con su plan de negociar el fin de la guerra con los aliados.
Esa misma noche fue ejecutado con varios de los suyos, cientos de implicados en la "Operación Valkiria" fueron asesinados en los días siguientes, mientras que sus familiares sufrieron la represión nazi.
Su figura sigue rodeada de controversia, sea por quienes le tachan de traidor o por quienes sostienen que los conjurados no actuaron movidos por el horror ante la monstruosidad del nazismo, sino frustrados ante el discurrir de una guerra que veían perdida.
Se estima que, de no haber fallado, se habrían podido evitar los millones de muertos caídos entre ese 20 de julio de 1944 y la capitulación del Tercer Reich, en mayo de 1945.