La presidenta Cristina Fernández se prepara para dejar la Casa Rosada con un alto nivel de aprobación y el desafío de mantener vivo el "kirchnerismo" en el ciclo político que estrenará Argentina tras las elecciones de este domingo 25 de octubre.
En la recta final de su mandato, con 40% de respaldo según encuestas, analistas creen que Fernández no sufrió del llamado "síndrome del pato cojo" y ha logrado mantener con fuerza la agenda de su administración.
De hecho, la dupla del continuismo -Daniel Scioli, para presidente; y Carlos Zanini, para vicepresidente- es de su total confianza y además la mandataria participó en la elaboración de las listas de legisladores y es protagonista de la campaña.
Cristina se despedirá de sus partidarios en un acto que se planifica como multitudinario, a principios de noviembre, y en el que se espera la acompañen varios mandatarios de América Latina.
La "década K" comenzó en 2003, con el triunfo electoral de su marido, Néstor Kirchner, quien inauguró un periodo de confianza, recuperando al país de la crisis del 2001 y con alto crecimiento, que ayudó al triunfo de Cristina Fernández en 2007, mandato que revalidó en 2011, un año después de la muerte de su esposo.
Sin embargo, la "década ganada", como la bautiza el oficialismo, termina con una economía estancada, inflación por sobre el 20%, un nivel de pobreza de 25%, sangría de divisas, mercado negro y desconfianza de los mercados internacionales.
Pero también sobre la mesa hay logros sociales, como el reconocimiento del matrimonio igualitario y la extensión de ayudas a familias sin recursos, como la Asignación Universal por hijo, mejoras en las jubilaciones y subsidios para unos 17,5 millones de argentinos.
¿Cristina 2019?
"El kirchnerismo es un periodo fuerte de la historia argentina y no va a pasar desapercibido", sostiene el analista Ricardo Rouvier, lo que sumado al respaldo popular hace que muchos ya apuesten por "Cristina 2019".
Pero antes de una candidatura, el desafío inmediato de Fernández será la supervivencia de esta particular corriente peronista, alimentada por organizaciones que han copado buena parte de las instituciones públicas, como "La Cámpora", creada por Kirchner y ahora encabezada por su hijo Máximo.
La tarea no es fácil, en una Argentina llena de intentos fallidos de "perpetuar" una corriente política, como los de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Eduardo Duhalde.
Y en esta tarea, paradójicamente, un triunfo del oficialista Scioli dificultaría el objetivo del kirchnerismo, porque el candidato oficialista es un peronista, pero no de raíz kirchnerista.
De alcanzar la Presidencia, Scioli, según analistas, trataría de hacerse también con el control del Partido Justicialista, con un talante que se ajusta más al perfil de peronismo tradicional y con diálogo con los gobernadores.
"Cuanto más exitoso sea Scioli, más a la sombra va a ir quedando ella (Fernández). Eso a la práctica va a jugar un rol muy importante: el éxito o el fracaso del próximo presidente la va a condicionar", opina Patricio Giusto, de Diagnóstico Político.
Un triunfo del conservador Mauricio Macri, segundo en las encuestas, sin embargo, ayudaría a "ordenar" al peronismo y "sería un elemento ordenador, porque el peronismo se alinearía en su contra como fuerza de oposición", apunta Rouvier.
"¿Cómo se la imaginan a Cristina, cortando rosas y atendiendo nietos? No, nadie", advirtió el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, pero Cristina Fernández -por ahora- guarda silencio.