La huelga general convocada este jueves en Argentina por los sindicatos enfrentados con el Gobierno desató una guerra de cifras entre las centrales y el Ejecutivo y ha afectado a sectores como el transporte y la banca pero no ha logrado paralizar el país.
La Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) cifraron el seguimiento del paro en un 80 por ciento, mientras el Gobierno sostiene que el 75 por ciento de los trabajadores eligieron no adherirse.
Los piquetes sindicales y los cortes en los accesos a las grandes ciudades, en especial en el caso de Buenos Aires, complicaron la incorporación de miles de trabajadores a sus puestos a primera hora de la mañana.
La huelga, la segunda del año contra el Gobierno de Cristina Fernández, ha paralizado los ferrocarriles, los bancos, el correo, los juzgados, los peajes y la recolección de basura.
También ha afectado parcialmente a la administración municipal y estatal, escuelas, hospitales y vuelos de cabotaje.
Además, se han visto afectado vuelos hacia Argentina, por lo que Lan y Sky tuvieron que suspender servicios hacia el país vecino.
En la capital, la mayoría de las líneas de autobús urbano y metro funcionan con normalidad y el grueso de los comercios abrió sus puertas, aunque la actividad bajó y la ciudad mostraba el aspecto de un fin de semana.
El ministro de Interior y Transporte argentino, Florencio Randazzo consideró que la huelga es de carácter "político" y denunció que los "argentinos se han visto imposibilitados hoy de ir a trabajar" a causa de los piquetes y el paro de trenes que llegan a la capital, utilizados a diario por más de un millón de personas.
Para el ministro, los dirigentes sindicales opositores, que protestan contra las políticas del Gobierno de Cristina Fernández y reclaman una rebaja en el impuesto de las ganancias, "están muy lejos de lo que hoy demanda el conjunto de los argentinos que buscan defender el empleo".