Es el caso de Teresita y Marichel Torresillas, dos hermanas que salieron de Cuba en 1963 en uno de los últimos barcos fletados por la Cruz Roja para trasladar a cubanos que querían abandonar su país en los convulsos primeros años de la Revolución, marcados por episodios como la invasión de Bahía Cochinos (1960), la crisis de los misiles (1962) y el inicio del embargo económico sobre Cuba.
"Regresar en barco después de tantos años es emocionante y ser partícipe del primer crucero que llega a la isla. Conocer gente en el barco que ha vivido cosas parecidas a las nuestras fue muy lindo", contó a EFE Teresita, que nada más bajar del buque adornó su pelo con unas banderolas de Cuba y EE.UU. y se tomó un mojito.
Una banda de salsa, bailarinas y una amplia barra con cócteles cubanos recibieron a los 704 pasajeros del crucero de la empresa estadounidense Fathom, filial de Carnival, en la terminal de llegadas del puerto de cruceros "Sierra Maestra", ubicado en la bahía de La Habana, en pleno casco histórico de la ciudad.
Entre ellos, una veintena de cubano-americanos, la mayoría de ellos exiliados desde niños, zarparon ayer de Miami en el "Adonia", que inicialmente no iba a aceptar viajeros de origen cubano por una ley del país caribeño que impide a sus nacionales llegar por mar.
Después de protestas del exilio cubano e incluso una demanda por discriminación, el Gobierno cubano autorizó la semana pasada que los cubanos puedan entrar a su país por mar, algo prohibido por décadas, aunque se requiere visado tanto a cubanos como a cubano-americanos, razón por la que no fueron muy numerosos los pasajeros originarios de la isla en este viaje inaugural.
Con lágrimas y una emoción que le impedía hablar, Yanet, que nació hace 50 años en la provincia de Ciego de Ávila, en el centro de Cuba, sí pudo regresar hoy por primera vez a su país natal del que se fue con sólo cuatro años.
"Es increíble, somos parte de la historia, es bonito poder venir a la tierra en la que nació", contaba en inglés su marido, estadounidense, mientras ella trataba de recobrar la voz.
"Nerviosa y emocionada al mismo tiempo" estaba Ana García, que se fue de Cuba con seis años y regresó hoy por primera vez, sin familia cercana a la que visitar porque todos se exiliaron, pero "muy feliz" de reencontrarse con el país en el que nació hace 48 años.
Con la promesa de ofrecer una "experiencia de inmersión cultural", el crucero zarpó ayer de Miami y cubre una travesía de siete noches que incluye paradas en La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba; trayecto que repetirá cada dos semanas.
"Estamos muy orgullosos de traer el primer crucero de EE.UU. a Cuba en 50 años. Esperamos que esta iniciativa pueda acercar más nuestros pueblos de los dos países y que haya en el futuro más conexiones", declaró a su llegada el asesor legal de Carnival, el cubano-americano Arnaldo Pérez, el primer pasajero del barco que puso pie en tierra cubana, de la que salió con tan solo nueve meses.
También viajó en este primer crucero que une a Cuba y EE.UU. en medio siglo, el presidente de Carnival, Arnold Donald, "honrado y privilegiado" de que la compañía que dirige "sea parte de este histórico momento" y de llevar a Cuba no sólo al exilio, sino también a estadounidenses "ansiosos por experimentar la isla".
"Es bonito estar en un país, del que hemos sido vecinos por tanto tiempo y del que ahora podemos ser amigos, hacer negocios, viajar e intercambiar experiencias", declaró Steacy King, una estadounidense de Seattle que no dudó en embarcarse en este viaje "histórico y muy especial".
Emoción y expectación también se vivió alrededor de la terminal de cruceros, donde cientos de cubanos se aproximaron a la bahía de La Habana, donde se vieron banderas de Cuba y EE.UU., para dar una calurosa bienvenida a los pasajeros del buque "Adonia" a los que recibieron a su salida del puerto al grito de "¡Cuba!" y con aplausos.