El niño acusado de matar a su padre neonazi
Este martes comienza en California un peculiar juicio contra el menor.
Este martes comienza en California un peculiar juicio contra el menor.
¿Puede un niño expuesto a un violento racismo comprender la diferencia entre el bien y el mal? Ésta es una de las cuestiones que se espera aborde un juez en California en el juicio que comienza este martes contra un niño de 10 años que asesinó a su padre.
En la madrugada del 1º de mayo de 2011, el menor ahora de 12 años -que por cuestiones legales no puede ser nombrado-, entró a la sala de su hogar en la ciudad de Riverside, al sur de California, y le disparó a su padre, un rabioso neonazi de 32 años, quien dormía en el sillón.
Desde entonces, el niño se encuentra en un centro de detención juvenil a la espera de un juicio que se desarrollará sin jurado, algo usual en casos de menores, por lo que quedará en manos del juez decidir si está en condiciones mentales de ser acusado de asesinato.
En caso de ser encontrado culpable, el pequeño podría estar detenido hasta los 23 años.
Se trata de un caso inusual porque este tipo de violencia de parte de niños no es común: según un recuento citado por el diario estadounidense The New York Times, entre 1976 y 2007 se realizaron 16 arrestos de menores de 11 años por la muerte de uno de sus padres.
Y los juicios son aún más extraños.
El código penal californiano establece que los menores de 14 años no pueden ser acusados de un crimen sin una evidencia clara de que "conocían su ilegalidad".
Así que el juez deberá determinar no sólo esto, sino otras cuestiones "filosóficas", recuerda The New York Times: "Si el racismo virulento puede equivaler a abuso de los padres, si un niño expuesto a tanto odio puede entender la diferencia entre el bien y el mal, y si alguien quien crece en condiciones tan tóxicas puede ser culpado por querer buscar una salida".
Movimiento neonazi
Las "condiciones tóxicas" de las que habla el diario se refieren a las actividades y a la ideología de la víctima.
Desempleado como plomero, el padre era líder en la costa oeste de Estados Unidos del grupo neonazi Movimiento Nacional Socialista, la mayor organización supremacista del país con unos 400 miembros en 32 estados del país.
El día antes de morir organizó un encuentro con miembros del movimiento en la casa. Una bandera nazi colgaba en la sala.
Un periodista del The New York Times, quien trabajaba en un artículo sobre la organización, estaba presente.
En esa reunión el padre, quien en el pasado se había jactado de haberle enseñado a su hijo a disparar y de haberlo adiestrado en el uso de equipos de visión nocturna, contó que el niño había roto armarios en la casa.
El hombre hablaba de haber encontrado cuerpos pudriéndose en la frontera y decía temer ser atacado con "sangre infectada con sida".
Mientras el encuentro tenía lugar, en el marco del cual se discutían planes para establecer patrullas armadas en la frontera con México, Joseph estaba sentado en una mesa. Escuchaba en silencio.
El periodista le preguntó si estaba pasando un buen rato. Y dijo que sí.
"Es un asesinato"
El fiscal Michael Soccio le aseguró al diario que las acciones del menor poco tienen que ver con el nazismo.
"Lo que hizo, si lo hubiera dicho hecho cualquier persona mayor, no habría duda de que era un asesinato (...) Fue planeado. Fue premeditado. Fue llevado a cabo a sangre fría. Es un asesinato", aseguró.
Pero el defensor público del niño, Matthew J. Hardy, dice que su cliente tiene problemas neurológicos y psicológicos, agravados por la exposición al "condicionamiento" neonazi y el maltrato físico en el hogar.
"Él ha estado condicionado a la violencia (...) Uno tiene que preguntarse: ¿Este niño realmente sabía que ese acto estaba equivocado basado de todas esas cosas?".
"Pensó que estaba haciendo lo correcto. Y mientras puede ser difícil de entender para otras personas, en su mente, en su mente de niño, si él pensó que estaba haciendo lo correcto, o al menos no pensó que estaba mal, entonces no puede ser considerado responsable".
El fiscal ha dicho que en algunas ocasiones el padre se había sobrepasado con los castigos físicos a su hijo, pero no al punto de ser considerados "criminales" ni "prohibidos", y que el propio Joseph tenía un historial violento.
Y recordó una conversación entre el niño y los investigadores horas después del crimen. En ella, el menor dijo en determinado momento: "Esta cosa entre padre e hijo tenía que llegar a su fin".