La catástrofe de la suspensión de pagos este mismo jueves y el previsible terremoto que supondría para el sistema financiero mundial parecen alejarse un poco con el optimismo mostrado en las últimas horas por demócratas y republicanos.
Hasta en repuntes en los mercados se sintió el cambio de actitud de los negociadores de los partidos, que pasaron de no vislumbrar una salida a la "crisis del presupuesto" a hablar del inminente acuerdo para elevar el techo de la deuda y que el gobierno no se quede sin dinero y Estados Unidos entre en suspensión de pagos o default.
Sin embargo, lejos de ofrecer una hoja de ruta para una solución al problema que recurrentemente amenaza la estabilidad de la economía estadounidense, en lo que los congresistas trabajan es en posponer hasta enero el día en que el gobierno de Barack Obama entre en default.
Y si bien no es nuevo eso de ver a un presidente de un partido negociando con la mayoría opositora en el Congreso para evitar lo que el propio Obama califica de "devastador", sí que nunca antes la gobernabilidad de EE.UU. había dado la impresión de estar pasando por momentos tan difíciles, sobre todo en lo económico.
"Polarización"
A diferencia de ocasiones anteriores, como cuando Ronald Reagan se encerraba en Camp David a negociar con Tip O'neill, los partidos parecen más que nunca atornillados en sus posiciones, menos dispuestos a negociar.
Como muestra de eso está el que la administración federal lleve ya dos semanas cerrada -aunque con Bill Clinton lo estuvo 21 días- lo que se puede explicar porque es perceptible una radicalización de las posiciones de los partidos, especialmente por la ganancia en protagonismo de la derechista ala republicana conocida como Tea Party.
William Galston, profesor de la Universidad de Maryland , en EE.UU., y estudioso de los efectos de la polarización política, considera que "las divisiones entre los partidos políticos son más profundas en la actualidad que en la década de los 80 y hasta en los 90".
"No sólo hay divisiones entre los partidos, además hay una división importante dentro del Partido Republicano. Por eso considero que la situación de gobernabilidad actual es la más complicada", le dijo Galston a BBC Mundo.
Galston, antiguo asesor del presidente Bill Clinton, apunta al Tea Party como una de las claves, pero no considera que de por sí sirva para explicar todo el panorama. "Esta situación lleva desarrollándose durante décadas y no va a desaparecer pronto", opina.
"Ambos partidos se han ido alejando en su visión fundamental de lo que pasa y lo que necesita hacerse", afirma el analista. "En algún momento el sistema político estadounidense va a tener que enfrentarse a estas diferencias y va a ser necesaria una negociación seria que todo el mundo espera".
¿Un juego?
Por su parte, Phillip Wallach, investigador del Brooking Institute, coincide en que "hay una situación de gobernabilidad muy complicada" por cuanto "los dos partidos políticos del país están seguramente más dividido que nunca antes".
"Los politólogos nos dicen que este es el Congreso más polarizado en cien años en cuanto a que los partidos no han sido capaces de llegar a un acuerdo en nada", le dice Wallach a BBC Mundo.
El analista también señala como principal razón de la situación actual al Tea Party como "una facción extrema del Partido Republicano que está muy molesta con lo que el presidente ha hecho, especialmente la reforma sanitaria".
"Los demócratas están menos radicalizados, aunque han sido muy determinados en su voluntad de aprobar determinadas medidas, como la reforma sanitaria, y si hubieran estado abiertos a hacer lo que pedían los republicanos, no hubiéramos tenido este conflicto", apunta.
Pero Wallach también recuerda que pese a la crisis de presupuesto y la enorme atención que le han dedicado los medios de comunicación, "nada realmente grave ha ocurrido".
"Especialmente en Wall Street, no son pocos los que piensan que todo esto es una gran farsa, una distracción y un pequeño juego, y que al final van a hacer algo que asegura que se evite la suspensión de pagos", dice.
Escenario sombrío
La seguridad con la que los expertos hablan a la hora de decir que habrá un acuerdo de última hora se debe a las graves consecuencias que traerá consigo un default.
La principal economía de mundo vivirá una especie de degradación en su credibilidad como deudor confiable. Esto tendrá un automático efecto en sus bonos de deuda, uno de los instrumentos financieros que capta más capitales en el mundo, justamente por ser un destino seguro de inversión a largo plazo.
El otro impacto será en el aumento de las tasas de interés globales y el efecto dominó que producirá en las bolsas de todo el mundo una predecible caída en el índice Dow Jones en Nueva York.
Hay casi unanimidad ante el hecho de que la discreta recuperación económica de EE.UU. desde la explosión de la burbuja hipotecaria de 2008 se verá afectada, con consecuencias impredecibles.
Como nunca antes la falta de consenso en Washington en el ámbito político ha generado tanta incertidumbre.
El editorial de este lunes de la agencia oficial de noticias china Xinhua, afirmando que llegó la hora para "un mundo desamericanizado", no parece ser descabellado.
Lo que ocurra después de este miércoles a la medianoche, plazo para que el Congreso de EE.UU. llegue a un acuerdo para evitar el default, determinará si el gobierno de Pekín tenía razón.