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Muerte de su titular permitirá a Bush remodelar la Corte Suprema

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Autor: Cooperativa.cl

William Rehquist falleció este domingo, elevando a dos los cargos que deben ser llenados en el máximo tribunal.

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La muerte de William Rehquist, presidente de la Corte Suprema de EE.UU. durante 19 años, da al presidente George W. Bush la posibilidad de recomponer la relación de fuerzas del más alto tribunal del país y, previsiblemente, de hacerlo aún más conservador.

 

La desaparición de Rehquist, cuando aún está vacante el sillón que quedó tras la renuncia, en julio, de Sandra Day O'Connor, deja por tanto dos puestos libres en este tribunal, clave en la vida política y social del país.

 

La última vez que se produjo una situación semejante fue en 1971, cuando fue designado para uno de los puestos el propio Rehnquist.

 

Por eso este domingo, al tiempo que Bush hizo públicas, de manera solemne y desde la Casa Blanca, sus condolencias por la muerte del magistrado, se comprometió a designar pronto a un sucesor bien preparado.

 

"Ahora hay dos vacantes en la Corte Suprema y por el bien de la nación, hay que cubrirlas rápidamente. Elegiré en su debido momento a un candidato altamente cualificado para suceder al juez Rehnquist", dijo Bush, quien en julio pasado designó al joven John Roberts para la plaza dejada por O'Connor.

 

La confirmación de Roberts, un juez conservador cuyas opiniones en asuntos como el derecho al aborto han hecho correr ríos de tinta en los Estados Unidos, comenzará a ser analizada por el Senado el próximo martes, según estaba previsto.

 

La confirmación del Senado -de mayoría republicana- es preceptiva para que los designados por el presidente accedan al puesto.

 

La situación creada ahora en la Suprema es extremadamente importante para el futuro social y político de EE.UU. y por ello, a pesar de que el país está inmerso y concentrado en la devastación y la tragedia de "Katrina", el relevo en el alto tribunal no pasará inadvetido.

 

Se da la circunstancia, además, que no sólo hay que llenar dos huecos, sino que hay que nombrar de entre ellos un nuevo presidente del tribunal.

 

El cargo de presidente de la Suprema es mayormente administrativo. Significa que preside los argumentos orales que tienen lugar en la máxima corte de EEUU, dirige las reuniones semanales y asigna a los jueces para que redacten las decisiones del tribunal.

 

Pero indudablemente representa un cierto carácter ideológico de la Corte que preside. Por todo eso, las espadas están muy altas.

 

Los demócratas quieren que los dos nuevos magistrados equilibren la actual composición del tribunal -ahora de mayoría conservadora- y tengan un carácter "puente" en los asuntos clave que dividen a conservadores y liberales en esta nación.

 

Esta es la primera oportunidad de realizar cambios en el más alto tribunal de EE.UU. desde 1994, fecha en la que el entonces presidente, Bill Clinton, designó a Stephen Breyer.

 

Los nueve cargos de la Suprema son vitalicios y, por el carácter "constitucional" de este tribunal, los magistrados que lo componen tienen un papel determinante en la vida política y social de EE.UU., ya que no sólo imparten justicia en última instancia, sino que también sientan jurisprudencia.

 

Del perfil de los magistrados de la Suprema depende en buena medida el sentido ideológico de las principales decisiones del país, independientemente del cariz político que tenga el presidente de turno.

 

El presidente de la nación cambia, como mucho, cada ocho años si logra la reelección, mientras que los jueces del Supremo sientan jurisprudencia durante toda su vida, a menos que decidan renunciar.

 

El propio Rehnquist es un buen ejemplo de ello, ya que llegó al tribunal designado por Richard Nixon en 1971 y no ha abandonado su puesto hasta su muerte, el sábado pasado, como consecuencia del cáncer de tiroides que padecía.

 

Durante su prolongada carrera, Rehnquist presidió el juicio de destitución (impeachment) que el Congreso llevó a cabo contra Bill Clinton por el escándalo Lewinsky en 1999 y formó parte también de la mayoría que en 2000 decidió parar el recuento de votos en Florida y que dio la presidencia a Bush.

 

Sin embargo, sus puntos de vista no siempre prevalecieron en las decisiones de la corte, ya que, por ejemplo él fue uno de los que disintió de la sentencia que, en 1973, legalizó el aborto en EE.UU.

 

Pero aquellos eran otros tiempos en los que el tribunal no tenía una mayoría conservadora tan clara. Eran los tiempos que ahora añora la oposición demócrata en EEUU. (EFE)

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