Hay siete hombres en la historia de la humanidad que se distinguen de todos los demás. Son los pilotos de los módulos de mando de las misiones espaciales Apollo que pasaron tiempo solos en órbita alrededor de la Luna, mientras sus colegas caminaban en la superficie lunar.
Cuando pasaban sobre la cara oculta de la Luna, estos astronautas estaban completamente incomunicados, y más lejos de la Tierra de lo que cualquier ser humano había estado antes. O después.
Sólo cinco de los siete están vivos y me encontré con uno de ellos: Al Worden, quien todavía luce como un astronauta veterano.
A pesar de lo incongruente del lugar en el que nos reunimos, un concurrido restaurante en el norte de Inglaterra, este ex piloto de prueba sobresale entre la multitud. Es un "hombre alfa" con su corte, un grupo de admiradores pendientes de cada palabra que modula.
Worden voló a la Luna en julio de 1971, junto con el comandante Dave Scott y el piloto del módulo lunar Jim Irwin.
Por el tiempo que pasó solo en comando de la nave, entró en el registro de récords como "el ser humano más aislado" de la historia. Hubo momentos en los que sus acompañantes estaban a 3.600 kilómetros de distancia, en la superficie de la Luna. Y ellos eran las personas más cercanas.
Como otros astronautas de Apollo que he conocido, Worden prefiere hablar sobre la misión y los logros, no de sí mismo. Apollo 15 es considerada como la misión más rigurosa científicamente del programa Apollo.
No obstante, cuando nos sentamos en una tranquila esquina del bar, de lo que yo realmente quería hablar era de cómo se siente estar tan lejos de casa.
- Me gustaría saber qué le pasaba por la mente cuando el módulo de descenso lunar se separó del módulo de mando y usted lo veía por la ventana a medida que se volvía cada vez más pequeño.
Al principio, uno les desea suerte: ''¡Que tengan un buen alunizaje!". El segundo pensamiento es: "¡Yipi! Qué rico que se fueron pues tengo todo este sitio para mí". Así que tuve tres maravillosos días en una nave espacial.
Hay una diferencia entre estar solo y sentirse solo. Estaba solo pero no me sentía solo. Yo había sido un piloto de combate en la Fuerza Aérea y después un piloto de prueba -sobre todo de aviones de combate-, así que estaba acostumbrado a estar solo. Y lo disfrutaba plenamente.
Ya no tenía que hablarle a Dave y Jim, excepto una vez en que se comunicaron (cuando el módulo de mando orbitaba encima del lugar de alunizaje) y les dije "hola".
En la cara oculta de la Luna ni siquiera tenía que hablar con Houston y esa fue la mejor parte del vuelo.
- ¡Estaba a 400.000 kilómetros de casa!
Sí, uno está muy lejos pero lo que más me impresionó de estar en la órbita lunar -particularmente cuando estaba solo- es que todas las veces que le daba la vuelta a la cara oculta, podía ver por una ventana la salida de la Tierra y eso era fenomenal.
Además, tuve la oportunidad de ver el Universo desde una perspectiva muy distinta y de una manera muy diferente que cualquier otra persona jamás.
Lo que vi es que el número de estrellas es tan inmenso que no podía distinguir una sola, lo que veía era un manto de luz.
Me pareció fascinante pues cambió mi idea sobre cómo pensamos sobre el Universo.
Hay billones de estrellas allá afuera. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, contiene billones de estrellas, no unas pocas. Y hay billones de galaxias. ¿Qué te dice eso del Universo? Que no pensamos con la suficiente grandeza. Para mí, ese es el propósito del programa espacial, que lleguemos a entender todo.
- ¿No lo hizo sentirse aún más pequeño y más solo?
Ah, sí... ¿quiere sentirse insignificante? Paseé detrás de la Luna. ¡Ahí sí que sentirá que no es nada!
- Me intriga que dijo que prefería estar fuera de contacto con Houston, ¿por qué?
No necesitaba a alguien gritándome en la oreja. Tenía mucho trabajo que hacer. Había muchas cosas que estaba tratando de lograr.
Lo digo en chiste, pues si algo grave hubiera pasado seguro que sí me habría gustado que me contactaran. Pero si todo estaba bien, no necesitaba hablarles y así podía concentrarme en los asuntos científicos que me atañían.
- ¿Cuán ocupado estaba? Me imagino que mucha de la reflexión sobre la Tierra y el Universo la hizo después de la misión.
Eso es lo curioso, cuando uno está allá, observando todo eso y haciendo toda esa teledetección, fotografías, esto, lo otro, realmente no tiene mucho tiempo para pensar en nada más.
Se pone todo en el banco de la memoria y cuando uno regresa, piensa en ello.
Yo trabajaba 20 horas al día y dormía tres o cuatro horas, así que no me podía dar el lujo de sentarme a mirar por la ventana a divagar sobre el Universo o filosofar sobre lo que está allá afuera.
- ¿Y qué música llevó a la Luna?
Teníamos unas caseteras pequeñas que podíamos usar durante el vuelo. Yo era, y todavía soy, un fanático absoluto de los Beatles y amo su música. También llevé Elton John, John Denver y el vals del Danubio Azul (de la película "2001, Odisea en el Espacio").
- Usted es uno de sólo siete personas que han estado aisladas, en órbita alrededor de la Luna (los otros son los pilotos del módulo de mando de Apollo 10, 11, 12, 14, 16 y 17, y únicamente los pilotos del 15, 16 y 17 pasaron tres días solos en órbita). ¿Hay lecciones que los astronautas del futuro pueden aprender, si volvemos a la Luna o vamos a Marte?
Creo que probablemente las hay, aunque todos tuvimos experiencias distintas. La lección que yo aprendí es que uno no debe ser demasiado amigo de la tripulación. Teniendo en cuenta los largos períodos de tiempo que pasaba con los otros dos, me pareció que yo estaba más concentrado en hacer mi trabajo que en socializar con ellos.
Trabajabamos muy bien juntos pero no eramos grandes amigos y pienso que eso fue bueno.
- ¿Cómo es eso? No es como un trabajo de 9 a 5, en el que uno se puede ir a casa, lejos de los colegas.
Por eso hay que mantener la distancia. Si uno llega al punto en el que tiene que descansar, no hacer nada por un rato, uno necesita saber que puede disfrutar de la soledad sin sentirse obligado a estar charlando.
- Uno se imagina que todos ustedes eran amigos pero no es necesariamente cierto...
Los de Apollo 12 siempre eran amigos: Pete Conrad trataba a su tripulación como si fueran hermanos. Si uno veía a uno, los veía a todos pues siempre estaban juntos. Nosotros eramos lo opuesto. Nos entrenamos juntos pero no socializabamos mucho y yo creo que eso nos hizo más efectivos.
- Sus colegas Dave Scott y Jim Irwin dejaron sus huellas en la Luna, que se quedarán ahí por millones de años. ¿Habría dejado algo usted como recuerdo de su misión? ¿Su orina, quizás?
Podría ser. De hecho, dejamos la orina cuando estabamos en la órbita lunar. Lo que tuvimos que hacer fue abrir la válvula y descargarla, y luego cambiar la trayectoria para no pasar por ahí. Puede que aún esté pero la Luna no tiene suficiente fuerza de gravedad para retener las partículas en órbita, por eso no hay atmósfera.
Sospecho que lo que vertimos ya desapareció... no queda nada.