Grecia entra este lunes en una nueva era de autonomía con el fin del último programa de ayuda financiera pero el Gobierno celebra este paso con reservas ante los retos que hay por delante y el dolor de los últimos años.
El país europeo termina este lunes ocho años de asistencia financiera durante los cuales recibió 288.700 millones de euros en préstamos para evitar la quiebra, pero a cambio tuvo que aplicar recortes draconianos, sin precedentes en la Unión Europea en tiempos de paz.
Durante este periodo el país perdió el 25 por ciento de su producto interior bruto (PIB), la deuda se disparó del 127 por ciento a casi el 180 por ciento del PIB, y más de un millón de personas perdieron su trabajo.
"Hay que aprovechar esta oportunidad para curar las heridas de la crisis y el trauma de la larga austeridad, para terminar con los males del pasado y poner en marcha una transformación que proteja a la sociedad de futuras crisis", dijo el viceprimer ministro griego, Yannis Dragasakis.
Originalmente el Gobierno griego planeaba festejar este lunes la recuperación de las riendas del futuro del país pero las ascuas de los trágicos incendios que arrasaron el país en julio y la sensación general de que no hay nada que celebrar han reducido los planes a un discurso del primer ministro, Alexis Tsipras.
El portavoz del Gobierno, Dimitris Tzanakópulos, se mostró "convencido" de que la población podrá sentir pronto la diferencia de esta nueva etapa.
Tzanakópulos destacó que a partir de ahora no se necesitarán nuevas medidas de ajuste fiscal gracias al colchón efectivo de unos 24.000 millones con el que el país pretende cubrir sus necesidades financieras mientras se abre paso en los mercados.
Además hizo hincapié en que "con bastante certeza" el Gobierno no necesitará aplicar otro recorte a las pensiones en 2019 para lograr su objetivo del 3,5 por ciento de superávit primario.
Se trata de una medida acordada con los acreedores que el Gobierno quiere evitar a toda costa durante esta nueva fase que se perfila más social.