Las amenazas directas del presidente ruso, Vladímir Putin, a Polonia, la de los Wagner desde Bielorrusia y el enfrentamiento con Kiev, provocado por la prohibición de importar productos ucranianos hasta fin de año, vuelven a enfrentar a Varsovia con las consecuencias de la guerra.
El reciente cruce de amenazas, acusaciones y desmentidos entre Polonia, Rusia, Bielorrusia y Ucrania, ha vuelto a poner en evidencia que, además de en el campo de batalla, la guerra se libra en oficinas diplomáticas y despachos presidenciales.
El viernes, Putin previno a Varsovia contra supuestos planes de "ocupación" del oeste de Ucrania y de Bielorrusia que, según él, forman parte de las ambiciones históricas polacas, y se refirió a "los territorios occidentales de la Polonia actual" como a "un regalo de Stalin, algo que nuestros colegas de Varsovia han olvidado".
Horas después, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, anunció que "el embajador de la Federación Rusa será convocado al Ministerio de Relaciones Exteriores" de Varsovia y, tras aludir a Stalin como "un criminal de guerra, culpable de la muerte de cientos de miles de polacos", añadió que "la verdad de la historia es innegable".
Esta escalada verbal estuvo precedida por el despliegue, hace pocos días, de cerca de 1.000 tropas polacas en bases cercanas a la frontera con Bielorrusia, un movimiento que a su vez estuvo motivado por el asentamiento de un número, por ahora indeterminado, de mercenarios del grupo Wagner a unos 80 kilómetros de Minsk.
La presencia de estos guerrilleros a menos de 300 kilómetros de suelo polaco y la incógnita sobre sus intenciones encendieron los temores de Polonia a una nueva campaña de provocaciones y guerra híbrida orquestada desde Bielorrusia similar a la vivida desde finales de 2021.
La presión entonces de miles de inmigrantes ilegales en la frontera de ambos países llevó a Varsovia a desplegar allí a miles de soldados y policías, y a construir un muro de 186 kilómetros.
Mientras algunas informaciones independientes confirman el inicio de entrenamientos conjuntos entre militares bielorrusos y mercenarios de Wagner, hace tiempo que Polonia se convirtió en la punta de lanza del flanco este de la OTAN y alberga unidades británicas, alemanas, norteamericanas y de otros países de la Alianza, además de haber considerado la posibilidad de que se instalen en su territorio armas nucleares de países aliados.
El politólogo experto en política internacional Lukasz Baran, de Breslavia, aseguró a EFE que "Polonia ha aceptado el desafío de convertirse en la vanguardia de la disuasión europea frente a Rusia y Bielorrusia, y "para eso está modernizando y ampliando su ejército".
"Pero todo ese armamento -cazas F-35, tanques Ks...- aún no está aquí y no se han desplegado. Hasta que eso ocurra, y será dentro de varios años, estamos en un momento de transición, el más peligroso posible, porque ya somos considerados como una amenaza, pero aún no somos lo suficientemente fuertes", añade.
Tanto Polonia como Bielorrusia parecen actuar en esta crisis como contendientes diplomáticos respaldados por sus respectivos aliados.
Si los polacos han advertido en más de una ocasión que no dudarán en invocar el artículo 5 de la OTAN y reclamar el apoyo de sus aliados, Aleksandr Lukashenko, por su parte, parece contar con el respaldo decidido de Moscú, que ya ha recordado que "Bielorrusia forma parte de la Unión" que el presidente bielorruso firmó en 1999 con su entonces homólogo ruso, Borís Yeltsin.
LA GUERRA DE UCRANIA
Como telón de fondo y contexto de estos enfrentamientos está la guerra de Ucrania, un país del que Polonia se ha autoproclamado principal aliado europeo y garante de sus aspiraciones en la OTAN y la Unión Europea, pero con el que mantiene importantes desacuerdos.
El anuncio de esta semana del gobierno polaco de prohibir la importación de productos agroalimentarios ucranianos hasta fin de año, en lugar de hasta septiembre, como propone Bruselas, cayó como un balde de agua fría en Kiev, sobre todo porque arrastró a otros cuatro países -Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Moldavia- a unirse al boicot impulsado por Varsovia.
El primer ministro ucraniano, Denís Shmigal, tildó el jueves de "hostil y populista" la decisión, y a pesar de la puntualización de Morawiecki de que se prohíbe la importación, pero se permitirá el tránsito hacia terceros países de mercancías de Ucrania, el desencuentro es evidente.
Según Baran, "Polonia se ha arrogado el papel de 'hermano mayor' de Ucrania en los foros europeos".
"Tengo amigos ucranianos que se escandalizan cuando, a su juicio, Polonia actúa como si representase a Ucrania, por estar apoyándola y por haber acogido a los refugiados. Polonia no debe olvidar que, en cierto modo, quien ayuda, ofende", cerró.