El presidente de Siria, Bachar al Asad, tomó posesión de su cargo en una ceremonia en el Palacio Presidencial en Damasco e inicia su cuarto mandato consecutivo de siete años tras arrasar en las polémicas elecciones del 26 de mayo.
Al Asad fue recibido con honores militares y protagonizó un ceremonioso paseo a través de orquestas y armas en alto hasta la sala donde le esperaban centenares de miembros de su Gobierno, parlamentarios, representantes de la sociedad civil y altos mandos castrenses.
Como parte del acto, el presidente dará un discurso en el que está previsto que revele los puntos clave de la hoja de ruta que seguirá su Ejecutivo durante los próximos siete años. Este es cuarto mandato para Al Asad y, de acuerdo con la actual Constitución, debería ser el último.
El dirigente, que tomó el relevo de su padre, Hafez al Asad, tras su muerte en 2000 -y luego de estar casi tres décadas en el poder, al que había accedido por un golpe de Estado-, arrasó con el 95,1 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales registradas en Siria a finales del pasado mayo, una cita electoral fuertemente criticada por la oposición y buena parte de la comunidad internacional.
Millones de personas en las áreas noroccidentales y nororientales fuera del control de Damasco quedaron fuera de la votación, que tampoco se adhirió al plan de paz para una solución política en Siria auspiciado por la ONU desde 2015.
Al Asad se enfrenta a un creciente descontento popular por la grave crisis económica y la escasez de productos básicos, que ha llevado al 60 por ciento de la población a sufrir inseguridad alimentaria y a más del 80 por ciento de los sirios a vivir por debajo del umbral de la pobreza, según datos de la ONU.
A ello se suman 6,2 millones de desplazados internos, millones más refugiados en otros países y todo un proceso de reconstrucción por delante, que se plantea como casi imposible en medio del aislamiento internacional al Gobierno y la última campaña de sanciones por parte de Estados Unidos.