El presidente ruso, Vladímir Putin, llegó este viernes a Crimea para celebrar allí una reunión de su Consejo de Seguridad, días después de acusar al Gobierno de Kiev de preparar varios atentados terroristas en esta península.
Los dos países han incrementado la presencia de sus tropas en el istmo que separa Crimea de Ucrania después de que Moscú denunciara que un grupo de saboteadores de la inteligencia militar ucraniana trataron de entrar hasta tres veces en la península con el objetivo de "perpetrar atentados contra infraestructuras vitales".
La visita coincide además con el 25 aniversario del golpe de Estado del ala conservadora del Partido Comunista soviético que precipitó la caída de la URSS, calificada por Putin de "catástrofe geopolítica" por la pérdida de territorios como Crimea, habitados por mayorías étnicas rusas.
Como primera reacción al presunto sabotaje organizado por Kiev, Putin rechazó mantener nuevas reuniones con su homólogo ucraniano, Petró Poroshenko, en el llamado formato de Normandía, en el que ambos líderes dialogan directamente con mediación de Alemania y Francia.
Mientras, el presidente ucraniano alertó este jueves de que la probabilidad de que Rusia inicie una guerra en toda regla contra Ucrania "es notable".
"La probabilidad de una escalada del conflicto sigue siendo notable. No descartamos una invasión rusa en toda regla. Nuestras Fuerzas Armadas están listas para hacer frente al enemigo en el este y en la frontera administrativa con Crimea", dijo Poroshenko.
Agregó que en caso de que se cumplan los peores pronósticos, ya fuera en el este o en Crimea, Kiev declarará el "estado de guerra y la movilización" de la población.
Además, acusó a Putin de provocar artificialmente la escalada de tensión con el objetivo de incumplir los compromisos adquiridos en los acuerdos de Minsk para la paz en el este de Ucrania.
"El enemigo no cesa en sus intentos de torpedear el proceso de Minsk al hacer declaraciones absolutamente irresponsables sobre su salida del formato de Normandía", afirmó Poroshenko.
Un año y medio tras la firma de los acuerdos de Minsk y la adopción del alto el fuego, Kiev y los separatistas prorrusos han sido incapaces de avanzar en el proceso de paz y en mantener el alto el fuego.
Mientras Moscú y los rebeldes acusan al Gobierno ucraniano de negarse a aplicar la parte política de los acuerdos, incluida la concesión de un amplio autogobierno al este prorruso, Kiev exige recuperar el control de la frontera entre las regiones de Donetsk y Lugansk y el territorio ruso.