Cae la noche en el Valle del Elqui y una furgoneta llena de pasajeros trepa por un camino ventoso hacia las alturas, muy por encima de las brillantes luces de Vicuña, un pequeño pueblo ubicado en el corazón del reciente auge del turismo astronómico en Chile.
Tras 40 minutos en la ruta polvorienta, bordeada de arbustos esqueléticos, cactus y rocas, el vehículo llega al Observatorio del Pangue.
Inaugurado en 2008, es uno de los alrededor de 12 observatorios turísticos desperdigados en el norte de Chile, donde se pueden apreciar algunos de los cielos más claros del mundo.
"Yo solía ir a 'safaris astronómicos' con mis amigos canadienses. Llevábamos un telescopio, manejábamos hasta el valle y observábamos toda la noche, así que sabía que los visitantes extranjeros estaban interesados", dice Cristian Valenzuela, uno de los dos fundadores de Pangue.
El otro es Eric Escalera, un astrónomo profesional que dejó su Francia natal hace seis años.
"Allí los tours son imposibles", dice, "es un desastre con todas las nubes y problemas climáticos".
Pangue ofrece sesiones de observación astronómica con un telescopio de 45.000 dólares que pueden durar desde tres horas hasta toda la noche.
El máximo de personas por grupo es 15 y los programas están diseñados para entusiastas que saben más que el turista promedio.
Los telescopios más grandes
A través del valle, cientos de visitantes acuden cada noche al observatorio municipal en Cerro Mamalluca, que abrió al público en 1998 como el primer proyecto de este tipo.
"En aquel entonces era sólo un experimento, nuestro primer tour fue de dos personas", le dice a la BBC el guía Luis Traslaviña, mientras el techo esférico del observatorio se abre para revelar un vasto panorama de planetas, constelaciones, galaxias y ocasionales estrellas fugaces.
"Trabajo aquí desde hace 16 años y no ha habido un día en que no haya venido nadie".
Aunque han surgido varios observatorios, la popularidad de Mamalluca no se desvanece: el año pasado recibió más de 45.000 de los 150.000 visitantes a la región.
El telescopio fue donado por el Observatorio Interamericano de Cerro Tololo, un complejo científico cercano que aloja la cámara más grande del mundo.
Cada fin de semana, las puertas del observatorio se abren para los turistas que se maravillan ante el enorme instrumento de 570 megapíxeles de definición utilizado para estudiar la energía oscura y la expansión del universo.
Una serie de proyectos aún más ambiciosos llegarán a Chile en los próximos años.
El Gran Telescopio para Sondeos Sinópticos o LSST (Large Synoptic Survey Telescope), una cámara que presume de 3.200 megapíxeles, catalogará todo el cielo visible y publicará imágenes en internet para permitir a cualquier persona con una computadora hacer zoom a través del espacio y potencialmente hacer descubrimientos.
El Telescopio Gigante de Magallanes y el Telescopio Europeo Extremadamente Grande traerán más tecnología de punta y prestigio global.
Y Chile ya tiene el radiotelescopio ALMA, de 1.000 millones de dólares, un conjunto de 66 antenas en el desierto de Atacama que investiga el origen cósmico de la vida.
Para 2020, el Gobierno estima que albergará el 70 por ciento de la infraestructura astronómica del mundo.
Mirando al cielo
Como los turistas continuarán siguiendo a los científicos, los emprendedores han encontrado formas creativas para capitalizar este auge.
Elqui Domos es un hotel diseñado con las estrellas en mente. Las habitaciones con forma de cúpula tiene techos deslizantes que se abren al cielo y también hay cabinas con techos de vidrio.
Muchos otros hoteles tienen telescopios para que usen los huéspedes, pero el hotel Alfa Aldea recientemente construyó un pequeño anfiteatro en el medio de un viñedo.
Durante los tours nocturnos, se ofrecen mantas, vino y tentempiés mientras un guía habla sobre historia del espacio.
Los grupos tienen la oportunidad de ver más con telescopios.
"Es una experiencia familiar, me gusta que se estimule a los niños a participar", dice María Celeste Valenzuela, una maestra de Santiago.
"Lo mejor fue mirar al cielo, abrigada con mi manta, rodeada de naturaleza y escuchando el canto de los grillos", cuenta.
Patrimonio del Mundo
Pero el turismo también acarrea desarrollo y el peligro de la contaminación lumínica.
Las vecinas localidades costeras de La Serena y Coquimbo, a alrededor de una hora del Valle del Elqui, están creciendo rápidamente.
La población de esta región ha aumentado en 700.000 habitantes, más de 200.000 en los últimos 20 años.
Además, la minería es otra industria en auge.
Anticipando este riesgo, en 1999 el Gobierno firmó un decreto para regular las emisiones de luz en el norte de Chile.
La norma prevé límites de energía para el alumbrado público y que las farolas de calle tengan pantallas para que no apunten al cielo.
El año pasado, se agregaron nuevas reglas para cubrir las señales con luces de neón, los carteles y las pantallas de LED o plasma, junto con estrictas indicaciones para instalaciones deportivas y recreativas.
Chile también está trabajando junto a un grupo de astrónomos para hacer campaña ante la Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura) para que se añadan los principales sitios de observación astronómica a su lista de Patrimonio Mundial.
El objetivo es establecer un vínculo entre ciencia y cultura para preservar lugares conectados con el estudio de la historia de la humanidad.
Se identificaron varias "Ventanas al Universo", incluyendo la región de Coquimbo, junto a cuatro categorías de patrimonio astronómico.
"Cuando llegué a La Serena por primera vez en 1969, podía ver la Vía Láctea desde la plaza del pueblo", cuenta Malcom Smith, un astrónomo involucrado en la iniciativa de la Unesco.
Hoy ya no es visible.
"Proteger el futuro es terriblemente duro y han cambiado mucho", le dice Smith a la BBC, "pero aún hay más por hacer".
"Chile tiene que tomar esas decisiones por sí mismo".