Este lunes se cumplen 30 años del episodio de espionaje político que obligó al entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, a abandonar la Casa Blanca totalmente desacreditado.
El caso Watergate, develado por dos reporteros de The Washington Post y considerado el evento más emblemático de la lucha entre el poder político y la prensa, estableció una nueva labor para el periodismo: la de fiscalizar.
Coincidiendo con la fecha y cuando se levanta una ola de teorías acerca de la identidad de "Garganta profunda" -el informante que dio las pistas del caso-, los periodistas involucrados renovaron su voto de silencio.
Nixon jamás pensó que este episodio de espionaje a la sede electoral del Partido Demócrata en el Hotel Watergate de Washington podría costarle el cargo y transformarlo en el único mandatario de la historia del país norteamericano que se ha visto obligado a dimitir. Sin embargo, se topó con el accionar conjunto de la prensa y la Justicia, que no cedieron a las presiones gubernamentales.
Desde agosto de 1974, cuando Nixon dejó el poder debido a los escándalos posteriores al suceso -que incluyeron investigaciones sobre la red de espionaje y la financiación ilegal del Partido Republicano-, Watergate se inscribió en la historia del periodismo mundial, como un símbolo de la independencia de la prensa frente al poder político y también como un recordatorio de la labor fiscalizadora que deben ejercer los medios de comunicación para destapar casos de corrupción en las esferas del poder.
A forma de recordatorio, los Archivos Nacionales de Estados Unidos expusieron recientemente los elementos utilizados para el espionaje del Partido Demócrata, entre ellos, los guantes de goma, los destornilladores, los micrófonos y otros instrumentos de los intrusos que en 1972 penetraron en la sede de esa colectividad en el hotel ubicado en Washington.
Woodward y Bernstein renuevan voto de silencio
Este trigésimo aniversario ha desatado otra ola de teorías sobre la identidad de "Garganta profunda", el informante que proporcionó vital información para que los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein destaparan el caso.
El ex asesor de la Casa Blanca John Dean presentó un nuevo libro, 'Unmasking deep throat' ('Desenmascarando a Garganta Profunda'), en el que reduce la lista para identificar al presunto informante.
"Es el resultado de cerca de 30 años de investigación intermitente y lo he reducido a unos pocos", destacó Dean en el programa "Face the nation", de la cadena de televisión CBS.
Además, un proyecto de tres años de un grupo de estudiantes de Periodismo de la Universidad de Illinois se tradujo en una lista de siete posibles "Gargantas profunda", y los alumnos llegaron a la conclusión que Patrick Buchanan, ex candidato presidencial conservador que le escribía los discursos a Nixon, pudo haber sido ese informante.
Frente a estas revelaciones, los dos periodistas que se contactaron con la fuente confidencial, renovaron su voto de silencio. "Usted sólo va a conseguir de nosotros una suerte de silencio profundo", aseguró Woodward, redactor de The Washington Post, en el programa 'Meet the press', de la cadena NBC, donde compareció con su ex colega Carl Bernstein.
Otras teorías apuntan a que "Garganta profunda" nunca existió y que sólo fue un montaje de los dos citados periodistas para añadir más emoción al tema, lo que fue negado por los profesionales.
Aunque esa última versión fuera cierta, en poco o nada empañaría los ribetes legendarios que alcanzó este episodio y que se inscribió en la historia como una empresa ejemplar a la que debería aspirar el periodismo en cualquier latitud. (Agencias)