"Ha sido el año más largo y más corto de mi vida a la vez. Ahora mismo trato de no mirar las decoraciones de Navidad porque, para ser sinceros, no quiero que sea diciembre".
Nicole Hockley, una de las madres de las víctimas de la matanza en la escuela primaria de Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, describe a la BBC lo que siente un año después de la tragedia en la que perdió a su hijo Dylan.
Dylan era uno de los 20 niños de entre 6 y 7 años que fallecieron junto a seis adultos cuando Adam Lanza entró armado en su escuela, disparó indiscriminadamente y tiñó de luto la tranquila ciudad de Newtown a escasos días de Navidad.
Desde la muerte de su hijo, Hockley se ha puesto como misión trabajar para evitar que algo así vuelva a suceder. Dice que quiere asegurarse que la matanza es "un punto de inflexión" para que algo cambie y que otros padres no tengan que sentirse como su marido y ella.
Pero lo que la pareja ha vivido en los últimos 365 días es un drama mucho más común de que pueda parecer. Cada año cientos de familias tienen que pasar por algo parecido: niños que mueren por armas de fuego.
Apenas dos días antes del aniversario de Sandy Hook, Estados Unidos vivió un recordatorio del problema de las armas que sacude sus entrañas: en la escuela secundaria de Arapahoe, al sur de Denver, un alumno que supuestamente buscaba venganza contra un maestro abrió fuego indiscriminado contra otros estudiantes.
Dejó dos heridos, uno grave, y luego se suicidó: un caso de los varios que recientemente han involucrado a menores y armas de fuego en territorio estadounidense.
La tragedia es tan grave que, según la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés), es la segunda causa de mortandad infantil en el país.
En enero, apenas un mes después de la matanza de Newton, Trinity Ross, de Kansas City, perdió la vida a los cuatro años por un disparo en la frente cuando su hermano de seis encontró el arma de su padre en el salón de la casa, metió los dedos en el gatillo y disparó contra ella.
Tres meses despúes, Gracie Morin, una niña también de cuatro años de Brownwood, Texas, murió cuando un miembro de su familia estaba limpiando un arma que aparentemente se disparó por accidente.
Y hace menos de un mes Aaron Wu, de 10 años, falleció en Miami, Florida, cuando un grupo de hombres armados entró en el salón de belleza de sus padres a robar.
Cifras ocultas
La lista de niños fallecidos por el impacto de bala en Estados Unidos es larga y podría considerarse un drama silencioso del que no se suele oír hablar en Estados Unidos. Según la AAP, siete niños mueren al día por impactos de bala.
Ninguna de esas muertes ha tenido una cobertura mediática tan amplia como la tragedia de Sandy Hook, un drama por el que el propio presidente Barack Obama, usualmente más comedido, lloró en público.
Pero la revista estadounidense de tendencia liberal Mother Jones, que se ha dedicado a recopilar todas las noticias de muertes de menores de 12 años que perdieron la vida por armas en Estados Unidos desde el tiroteo de Newtown, ha contado al menos 194 casos.
La mayoría de los niños -103- fallecieron en homicidios, mientras que 84 murieron en accidentes. Además, 127 de ellos, más del 65 por ciento- perdieron la vida en sus propias casas, mientras que decenas de ellos más lo hicieron en casas de familiares o amigos.
Un informe divulgado recientemente por dos médicos de Boston que analizaron las bases de datos de 36 millones de ingresos pediátricos en los hospitales del país sitúa la cifra anual de niños muertos por heridas de bala al año en 500, lo que supone un aumento de un 60 por ciento en la última década.
Según uno de los autores del informe, el cirujano Arin Madenci, los estados con mayores porcentajes de tenencia de armas por hogar tienden a tener "mayores proporciones de niños heridos por balas".
Por eso, la APP ha pedido leyes más estrictas para la venta y la tenencia de armas.
Y al igual que la mayoría de esas balas que se disparan entre las cuatro paredes de un hogar, muchas veces el drama se vive de puertas adentro.
"Armas para niños"
En un país donde se estima que hay 300 millones de armas y donde el derecho a su porte está protegido por la Constitución, ¿cuál es la solución para combatir este problema?
Tras la matanza de Sandy Hook, la Asociación Nacional del Rifle propuso armar a más adultos para proteger a los niños de pistoleros perturbados o de asaltos en su propia casa, una opinión con la que difieren los expertos consultados por BBC Mundo.
Para Josh Sugarmann, el director ejecutivo del Violence Policy Center (VPC), una organización no gubernamental con sede en Washington DC, la causa de las altas cifras de muertes por bala es precisamente en el fácil acceso a las armas: "Si no tienes antecedentes penales y tienes ambición y una tarjeta de crédito, en este país puedes crear tu propio ejército con el fácil acceso que hay a las armas", lamenta en declaraciones a BBC Mundo.
Además, considera que habría que vigilar la publicidad de armas destinadas a niños.
La compañía "Crickett Firearms" estuvo este año en el centro de la polémica en ese sentido. Con el eslogan "Mi primer rifle", la empresa promociona armas de colores y adaptadas a los más pequeños. Tras la muerte de un menor con uno de sus rifles, la empresa se vio obligada a retirar de su página web imágenes promocionales de niños empuñando armas.
Pero a juicio del director del VPC, la posesión de armas por parte de menores debería estar prohibida por una ley federal: "Creemos que el criterio de tenencia (de armas) no debería encajar con el criterio de mercado. No se debería poder poseer un arma hasta los 18 años para las escopetas y hasta los 21 para las pistolas".
Tradición de disparar
Sin embargo, la realidad dista mucho de eso. Al hablar con estadounidenses, uno se da cuenta de que muchos tienen alguna memoria de armas en su infancia.
Mientras algunos recuerdan con cariño cómo sus padres los llevaban a hacer prácticas de tiro o a cazar cuando eran pequeños, otros recuerdan con más temor que emoción ese lugar prohibido donde algún familiar o amigo tenía las armas.
"Es una tradición que conozco de primera mano porque he crecido disparando carabinas y escopetas como deporte", afirma Mark Follman, editor de la revista Mother Jones.
De hecho, los centros para enseñar a disparar a los niños proliferan en el país, como el de Augusto Luna, propietario de Stone Hart's Gun Club en Miami que ofrece un ambiente familiar para que niños de 8 años en adelante vayan a practicar tiro con sus padres.
A juicio de Luna, lo mejor es instruir a los más pequeños para que "no tengan miedo a las armas, pero a la vez para que las respeten".
"Lo peor que pueden hacer es escondérselas (...) Lo mejor es educarlos y explicarles cómo funcionan y qué hacer cuando ven un arma. Para la mayoría es un deporte, no sólo es defensa personal y muchos padres los traen porque los quieren llevar de cacería y quieren que sepan disparar antes de llevarlos o tienen armas en la casa y quieren estar seguros de que sepan respetarlas y cómo manejarla si pasa algo", le explica a BBC Mundo.
"Lo que pasó (en Newtown) fue una tragedia y eso no lo va a cambiar nadie", asegura Luna quien, sin embargo, defiende el arraigo de los estadounidenses con las armas. "Es una tradición desde que este país nació y más que nada es un deporte olímpico. Hay muchas cosas malas que han pasado con las armas, pero es un deporte y hay cosas que mucha gente disfruta haciendo", concluye.
"Una epidemia de violencia"
La matanza de Sandy Hook marcó un punto de inflexión e hizo que muchos estadounidenses se plantearan la necesidad de un mayor control a la venta y posesión de armas.
"Fue un momento crítico para muchos padres", asegura Kim Russell, directora nacional de comunicación de Moms Demand Action for Gun Sense in America, una organización no gubernamental de madres que piden un control sensato de las armas y que surgió a raíz del tiroteo de Newtown.
"Ahora que hemos despertado y que somos conscientes de la epidemia de violencia armada en el país, no sólo con los tiroteos masivos sino con los tiros que cada día matan a casi ocho niños y adolescentes, no vamos a quedarnos callados con este tema", afirma en declaraciones a BBC Mundo.
El tiroteo tampoco dejó indiferente a los políticos y la pelota se trasladó a Washington, donde el propio Obama impulsó un mayor control de las armas.
Cuatro meses después del tiroteo de Sandy Hook tras un intenso cabildeo, el Senado bloqueó una legislación que requería una verificación de antecedentes para la compra de armas a nivel privado.
Sin embargo, Sandy Hook sí que cambió algo, argumenta Russell. "Pese a la asombrosa incapacidad del Senado de aprobar la verificación de antecedentes, hemos tenido victorias muy importantes a nivel estatal y hemos proyectado a senadores partidarios del control de armas".
En ese empeño de que cambien las cosas sigue Nicole Hockley, la madre de Dylan, quien se convirtió en la imagen de la frustración de los padres cuando el presidente Obama la abrazó en la Casa Blanca después de que sus planes para controlar las armas fracasasen.
"Cada día cuando me despierto, Dylan sigue sin estar aquí y Newtown continúa buscando la manera de sobrellevar esto", confiesa Hockley.
"Recuerdo a Dylan todos los días. Tenía 6 años, así que no puedo adivinar lo que podría haber llegado a ser, pero recuerdo cómo le gustaba abrazarme y cómo me sentía. Y siento que mi misión es honrarle y a los otros que murieron y las miles de personas que mueren en este país cada año" por armas de fuego.