Un estudio liderado por la Pontificia Universidad Católica en 2001 ya advertía sobre el peligro de construir en dunas y señaló el riesgo de que se provocaran socavones debido a la carga de infraestructura inmobiliaria sobre los campos dunares, como ocurrió en Reñaca y también, como se supo en las últimas horas, en Zapallar.
Los dos socavones en el norte de Reñaca obligaron a evacuar cuatro edificios y lo mismo ocurrió el martes en Cachagua a causa de los últimos sistemas frontales en la zona central.
La investigación de hace más de 20 años llamada "Indicadores geomorfológicos de la fragilidad de paleodunas", señalaba que el "efecto combinado de la fragilidad de las dunas antiguas, por sus condiciones naturales y de los usos del suelo, produce la desestabilización de las mismas y el desencadenamiento de procesos geomorfológicos que llevan a su rápida transformación y degradación".
Carolina Martínez, directora del Observatorio de la Costa, académica de Geografía UC e investigadora de Cigiden e Instituto Secos, explica que al igual que en el caso de Reñaca Norte, en Cachagua se trata de una paleoduna que descansa sobre una terraza que se urbanizó: "Ya en ese tiempo habían socavones, de manera que esta era una situación que también estaba prevista para lo que sucedió en las dunas de Concón".
La investigación indica que las dunas litorales, por su localización en la interfase mar-tierra, son espacios muy frágiles con una dinámica natural particular, que conforman hábitat originales y altamente específicos para flora y fauna: "Algunos tipos dunarios, como las dunas borderas asociadas a una playa, son muy inestables y solo pueden sustentar algunas actividades humanas controladas que no afecten su dinámica".
"Las dunas antiguas o paleodunas (estabilizadas por la vegetación) son capaces de soportar usos humanos con algunas restricciones que las protejan de la removilización. Ciertas dunas antiguas se encuentran colgadas sobre acantilados y que ya no se vinculan con una playa y son también muy frágiles, como ocurre con las dunas de Punta Concón", añade el estudio.
Sobre las posibilidades que hay para intervenir estos ecosistemas el estudio es claro y Martínez explicó que, pese a contar con estas tempranas advertencias, la inexistencia de una Ley de Costas que incluya un manejo integrado de las zonas costeras, ha permitido una explosión de construcciones que sobrepasan la capacidad de carga sobre estos ecosistemas: "Debemos pensar que cada vez que ocupamos un campo dunar o rellenamos un humedal, la vida se pone en riesgo".
La investigadora comenta, además, que la legislación actual permite este tipo de construcciones porque prima la propiedad privada, de manera que cuando alguien es dueño de un terreno, el Código Civil (que data de 1850), permite construir, "pero es un negocio de vida corta, agrega, todo el paisaje donde se insertan estos proyectos se deteriora, por ende quienes compran en estos lugares difícilmente tendrán una propiedad para toda la vida".