La columna de Aldo Schiappacasse: Lenin no dijo "que gane el más mejor"
"Existe un libro llamado “Lenin y el fútbol”, donde, para desencanto de la masa futbolera, no hay análisis de sistemas ni revoluciones tácticas".
"Existe un libro llamado “Lenin y el fútbol”, donde, para desencanto de la masa futbolera, no hay análisis de sistemas ni revoluciones tácticas".
A propósito de citas, habrá que decir que existe un libro llamado "Lenin y el fútbol", donde, para desencanto de la masa futbolera, no hay análisis de sistemas ni revoluciones tácticas. Escrito por el mexicano Guillermo Sampeiro –discípulo del chileno Antonio Skármeta- el texto data de 1978 y está compuesto de varios cuentos. El que da título al libro versa sobre un caso real: la politización de un futbolista que decide enfrentar a los empresarios dueños de la actividad y termina chocando contra la realidad.
Samperio se inspiró en un caso real. El de Antonio Mota, presidente del Sindicato de Futbolistas mexicanos y portero del Necaxa, quien a comienzos de la década de los setenta se enfrentó a los poderosos magnates dueños del fútbol azteca, donde por aquel entonces brillaban varios chilenos, como Carlos Reinoso, Alberto Quintano y Osvaldo "Pata Bendita" Castro.
Sampeiro era simpatizante de las ideas de izquierda, murió a finales del año pasado y dejó esta asociación imposible entre Lenin y el ejercicio futbolístico, que jamás de dio en la vida real.
Un día como hoy, 7 de noviembre, se iniciaba la revolución de octubre en Rusia. En San Petersburgo, para ser más exactos. Ya se jugaba al fútbol, aunque entre los extranjeros y la aristocracia. La llegada de los bolcheviques al poder retrasó de gran manera el juego del fútbol, y de hecho, mientras vivió Lenin, no se jugó oficialmente al balompié en la Unión Soviética.
Recién en 1936, bajo la administración de Stalin se fundó la liga, que sería suspendida por razones obvias en 1940 y retomada recién varios años después de la gran guerra. Como en todos los órdenes de la vida social rusa, al fútbol también se le intentó borrar toda adscripción de tintes nacionalistas y la única identidad aceptada fue la de clase. Seis de los siete participantes de la primera Liga representaban a sectores productivos, sindicatos y ministerios.
Pero citas futboleras de Lenin, desgraciadamente, no hay. Era el día para buscarlas.