Perito confirmó que data de muerte de Rodrigo Anfruns fue manipulada

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Autor: Cooperativa.cl

En un segundo informe tanatológico, especialista reitera que es inverosímil la tesis de Investigaciones, que en 1979 aseguró que el menor murió el primero de los 11 días que estuvo desaparecido.

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El perito forense Luis Ravanal concluyó que ente la muerte y el hallazgo del cuerpo del niño Rodrigo Anfruns Papi, en 1979, no pudieron pasar más de tres días.

 

Esto rebate las pericias que en la época realizó la Policía de Investigaciones al cuerpo del menor que fue hallado 11 días después de su desaparición, y que además de permitir el cierre de la causa motivaron un fuerte respaldo a la institución por parte de la dictadura militar.

 

"Se ha podido construir y se ha podido elaborar toda una explicación científica para lograr una precisión técnica en el establecimiento de la data de muerte, en tres palabras, se ha logrado establecer un rango de tiempo y una data inferior, lejos inferior, a la establecida en forma oficial", dijo el profesional.

 

Ravanal agregó que "me refiero a alrededor de tres, o tal vez menos, días de muerte, y obviamente con un signo y evidencias de que ha permanecido en el lugar (del hallazgo) pocas horas, inclusive se ha podido establecer que ha sido cambiado de posición".

 

Se trata del segundo informe que el médico cirujano y tanatólogo presenta ante la titular del 17º Juzgado del Crimen de Santiago, Patricia González, quien en julio de 2004 reabrió la investigación.

 

En un primer reporte, entregado hace alrededor de cuatro meses, Ravanal ya había expresado sus dudas, basadas en evidencia científica, sobre las conclusiones de detectives.

 

Según fuentes judiciales, con esta pericia, la magistrada podría dar comienzo a una serie de diligencias trascendentales para el proceso, algunas de ellas solicitadas por el abogado Roberto Celedón, quien representa a la madre del infortunado niño, Paola Papi.

 

La historia del niño que movilizó a un país

 

Rodrigo Anfruns Papi, de seis años, jugaba en el antejardín de la casa de sus abuelos, en las cercanías de la intersección de Miguel Claro con Sucre, comuna de Providencia, cuando desapareció, un día 3 de junio de 1979.

 

De la desesperación de su familia se hizo parte el país completo, que clamó por el retorno sano y salvo del menor, que se presumía secuestrado. La repercusión del hecho fue tal, que incluso figuras del espectáculo hicieron emotivos llamados, a través de la televisión, para lograr la liberación de Rodrigo.

 

Las policías movilizaron numerosos recursos e incluso en el caso colaboraron agentes de los organismos represivos de la dictadura de Augusto Pinochet. Sin embargo, hubo nulas pistas sobre el paradero del infante.

 

Tras 11 días de agonía, el 14 de junio de 1979, el cuerpo sin vida de Anfruns fue hallado en un sitio eriazo, situado a los pies del hogar de sus abuelos, el que había sido registrado en varias ocasiones, incluso con la ayuda de perros adiestrados.

 

El culpable, según Investigaciones, fue un menor de 16 años, individualizado con las iniciales P.P.V., quien condujo a los detectives al lugar, tras confesar su crimen. La versión indicó que el cadáver siempre estuvo en una sola parte y, misteriosamente, pasó inadvertido para decenas de uniformados que recorrieron la zona buscándolo.

 

Las diligencias posteriores y la edad del supuesto homicida hicieron que, rápidamente, el juez Ricardo Gálvez, quien actualmente es ministro de la Corte Suprema, cerrara el caso. Además, Investigaciones recibió públicas felicitaciones de parte de La Moneda, encabezada por el entonces los ministros del Interior y Justicia de Pinochet, Sergio Fernández y Mónica Madariaga, respectivamente.

 

Sin embargo, las numerosas dudas que generó el caso, sobre todo cómo pudo un cuerpo estar 11 días en un sitio eriazo registrado en varias ocasiones, siempre hicieron pensar a la familia Anfruns Papi que la verdad no se condijo con la resolución legal del proceso.

 

De acuerdo a versiones desarrolladas por indagaciones periodísticas, Rodrigo Anfruns Papi fue secuestrado por error, por agentes de los servicios de seguridad de la dictadura, por una rencilla personal entre oficiales de las Fuerzas Armadas.

 

Dos bandos se disputaban la participación en una operación de tráfico de armas, y problemas surgidos en la operación ilegal motivaron a un grupo a idear el secuestro de una menor, para intimidar a su familia, de la que era parte uno de sus enemigos.

 

El plagio se materializó, pero aunque la víctima no era Anfruns, el niño cayó en las manos de militares, quienes a pesar de haber cometido un crimen, pudieron encubrir su accionar a raíz de su posición en el régimen.

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