Mis hijos viven en el mundo digital tanto como en el real.
Ya sea porque están charlando con sus amigos a través del servicio Xbox Live o FaceTime o viendo sus perfiles en Instagram, últimamente parece que siempre hay un invitado digital en nuestra casa.
Sus expectativas de vida son bien distintas de las mías a su edad, 8 y diez años respectivamente.
Ellos pertenecen a la primera generación que tocó una pantalla que no se movía y se preguntó qué pasaba; los primeros que, cuando un juguete se rompió, dijeron: "no te preocupes, podemos descargar otro", y los primeros en darse cuenta de que el mundo real se junta sin interrupciones con el digital.
Estos "niños digitales" saben perfectamente cómo moverse en el mundo digital: cómo mandar mensajes de texto, cómo enviar correos electrónicos, como conectarse al Wi-Fi y cómo ver lo que quieren, cuando quieren verlo. Hasta los deberes son mucho más fáciles ahora que tienen a su disposición virtualmente todo el conocimiento de la mano de Google.
El autor del libro "Creciendo en la era digital", Don Tapscott, pasó mucho tiempo estudiando cómo la generación nacida en la era de las computadoras será diferente a las anteriores.
"La generación móvil está creciendo rodeada de bits" afirma, y "sus cerebros son, de hecho, distintos".
Según afirma el autor, la forma en la que un cerebro se conecta depende de a qué le dedicas tu tiempo.
"Mi generación creció viendo la tele, fuimos recipientes pasivos. Hoy en día los chicos llegan a su casa y encienden sus dispositivos móviles, con los que escuchan música, chatean con sus amigos y juegan a videojuegos, todo al mismo tiempo".
¿El fin de la privacidad?
Todos los datos que nuestros hijos crean y suben a la red, junto con su habilidad de traer a los amigos a la casa a través de una tableta, les hace preguntarse a los padres si están creciendo en un mundo donde la privacidad no significa nada.
"En una época donde nuestras vidas están grabadas y analizadas por una cantidad incontable de servicios, organizaciones y el estado, educar a los jóvenes sobre la importancia de la privacidad y considerar qué información deben compartir debería estar bien arriba en la agenda", afirmó el vicedirector del organismo pro derechos civiles Big Brother Watch, Emma Carr.
"Estamos viendo los primeros casos de gente que se está viendo forzada a entregar contraseñas de redes sociales antes de que se les ofrezca un empleo. El acoso digital se ha vuelto un problema claro y las historias de compañías y el gobierno fisgando las comunicaciones de la gente son algo corriente", añade Carr.
"Es importante educar a los chicos sobre cómo se accede a nuestras comunicaciones y las ramificaciones que esto tiene", asegura.
Pero el autor Tapscott no está convencido.
"La idea de que la privacidad ha muerto está completamente infundada, pero la forma en la que protegemos nuestra privacidad está cambiando de forma fundamental", asegura.
"Los chicos son conscientes de la cuestión de la privacidad e intuitivamente entienden la idea de que hay que usar los datos de forma responsable", añade el autor.
Eso me suena conocido. Casi no puedo tomar una foto sin que mis hijos pregunten: "¿la vas a poner en Facebook?".
Incluso sacar una foto para este artículo provocó una serie de preguntas: "¿Qué estás escribiendo sobre mí?", "¿por qué no agarras una foto de un chico con un iPad de Google?".
Todo esto me hizo darme cuenta de que mis hijos no tienen mucho respeto por el copyright, y también me dice que son consumidores sofisticados.
"De hecho lo que hacen es examinar", dice Tapscott. "Cuando yo era chico, si veía una foto, tan solo era una foto. Ahora los niños ven una foto y preguntan si fue retocada".
Y en lo que respecta a la privacidad de la información, hay evidencia de que las compañías están empezando a entender que los individuos quieren retomar el control de lo que consideran su bien más preciado: sus datos. Las empresas están desarrollando aplicaciones que permiten a la gente guardar toda la información que suben a la red en un mismo lugar.
Algunos piensan que con el tiempo incluso venderemos nuestros datos a las compañías publicitarias, ávidas de intentar vendernos cosas de forma personalizada. La organización Respect Form está poniendo en marcha una plataforma que permitirá a la gente elegir con quién comparte sus datos.
Mientras tanto, el control que un individuo tiene sobre la información que existe en internet sobre ellos está también en entredicho.
El mes pasado una corte europea pasó la denominada ley del "derecho al olvido", ordenando a Google que quitara vínculos a páginas sobre información financiera de individuos que estuviera caduca.
Estas reglas podrían ser bienvenidas por nuestros hijos cuando quieran deshacerse de sus perfiles de adolescentes a medida que vayan creciendo y queriendo tener una imagen digital más adulta.
Y podría haber un montón de datos de los que deshacerse: de acuerdo con el centro Pew de Internet, casi la mitad de los chicos estadounidenses tienen un celular cuando llegan a los seis años y los padres están creando perfiles en las redes sociales de sus pequeños cada vez más.
Hay evidencia que sugiere que en la actualidad hay muchos padres que le comprarían a sus hijos una tableta antes que un oso de peluche.
Filtro para la pornografía
Tener una interacción tan temprana con la tecnología ha provocado que muchos estudios se pregunten si nuestros hijos están pasando demasiado tiempo inmersos en un mundo digital adictivo y poco cruzando la calle, jugando en el barro o cazando mariposas.
Mucho de esto se reduce a la responsabilidad de los padres.
"Los padres tienen que elegir. Decir que no a los dispositivos durante cenas en restaurantes por ejemplo y llegar a un acuerdo sobre cuándo se puede usar la tecnología y cuándo no", asegura.
Tapscott no está a favor de los filtros, que los padres pueden usar para bloquear páginas pornográficas.
"La mejor forma de manejar el tema de la pornografía no es prohibir su acceso, sino hablar con nuestros hijos sobre ello", insiste.
La pregunta importante para los optimistas como Tapscott es cómo se las arreglan las escuelas con una generación nativa digital.
"Por primera vez en la historia los chicos son la autoridad en algo realmente importante: cómo la era digital está cambiando las instituciones".
La importancia de las escuelas
El autor no cree que las escuelas hayan entendido lo drástico del cambio.
"Los niños no aprenden de la misma forma que lo hacemos nosotros, pero la forma de dar clases no ha cambiado desde la revolución industrial", asegura.
Aunque hay muchas escuelas innovando con la tecnología, también hay evidencia de que muchos profesores tienen miedo del potencial de la misma.
Este mismo mes un informe de la Asociación de Profesores de Reino Unido hizo un llamamiento por que se establezcan reglas sobre la cantidad de tiempo que los chicos deberían pasar con dispositivos conectados a la red.
Su director, Mark Langhammer, aseguró: "Estamos recibiendo informes de chicos muy chiquitos que llegan a la escuela sin poder concentrarse o socializar como es debido, porque están pasando demasiado tiempo con juegos digitales o redes sociales".
Pero lejos de restringir su acceso, Tapscott cree que hay que dejar de ver el mundo online como malo y el offline como bueno.
"Hay mucho cinismo en cuanto a la adicción a la red, se habla de perder habilidades sociales y convertirse en narcisistas únicamente interesados en Facebook y selfies. Yo no he visto nada de esto", concluye.