Muchos mitos hablan de aumentar o de restringir ciertos alimentos durante la lactancia, ya que por una parte perjudicarían la calidad y sabor de la leche, o bien provocarían cierto malestar en el recién nacido. Incluso otros apelan a que influyen en la salud y peso de la madre.
Entonces cabe la pregunta: ¿cuál es la alimentación ideal para una madre que amamanta y que quiere amamantar en forma exclusiva durante los primeros seis meses a su hijo?
Stefanie Chalmers, docente de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad del Pacífico, comenta que durante la lactancia las necesidades de la mayoría de los micronutrientes (vitaminas y minerales) aumentan respecto de los de una mujer que no está amamantando e, incluso, respecto de una mujer embarazada, por lo que es fundamental un suministro adicional de alimentos ricos en contenido mineral y vitamínico.
"El gasto energético de la nodriza aumenta aproximadamente en un 5 por ciento, debido a la producción de leche. Sin embargo, este aumento en las necesidades no necesariamente debe ser aportado con un aumento en la ingesta total de calorías al día, ya que los depósitos adicionales de tejido adiposo generados durante el embarazo pueden ser utilizados para cubrir, al menos en parte, esta mayor necesidad energética", señala la especialista.
Cambios según la edad del bebé
Eso sí, advierte que es conveniente considerar que la alimentación debe variar dependiendo de la edad del bebé. "Cuando comienza la alimentación complementaria del lactante, a los 6 meses, la alimentación de la madre en general se asemeja cada vez más a la alimentación de una mujer no embarazada, por lo que asegurando la ingesta hídrica mayor y manteniendo la preocupación de consumir alimentos saludables y una dieta variada y equilibrada, la lactancia debe ser exitosa, tanto en calidad como en cantidad", asegura la experta.
Sobre los alimentos que debieran restringirse durante la lactancia, Chalmers señala que son básicamente aquellos que contengan estimulantes, como el café o las bebidas cola, el alcohol, los alimentos ricos en colorantes artificiales u otros productos químicos, así como también aquellos alimentos sospechosos de contaminación, como plaguicidas, metales pesados o exceso de antibióticos.
"La alimentación debe ser lo más natural posible y, dentro de lo que se pueda, se deben elegir vegetales de origen hidropónico o casero, pescados naturales por sobre los enlatados, evitar el consumo excesivo de carnes por los antibióticos, así como alimentos ricos en sodio y la sacarina. Tampoco ingerir alimentos crudos como mayonesa casera, ceviche y sashimi, evitar la ingesta de azúcares refinados y grasas poco saludables (golosinas y pastelería), y el chocolate", enumera.
Como contraparte, la nutricionista aconseja aumentar la ingesta de ciertos alimentos. "Los pescados azules o de aguas profundas, como salmón, atún, sardina, anchoa y trucha; las frutas y verduras en general y de todos colores, privilegiando las ricas en vitamina C. La quínoa es un cereal especialmente rico en proteínas, que ha demostrado tener un impacto positivo en la producción de leche materna. Y no olvidar el agua", agrega.
Derribando mitos
La docente de Nutrición y Dietética de la Universidad del Pacífico aclara qué hay de cierto en las siguientes afirmaciones que circulan habitualmente:
La malta con huevo aumenta el volumen de leche: La malta original no contiene alcohol y aporta además vitaminas del complejo B, lo que sumado al aporte nutritivo del huevo, es un importante promotor de una leche nutritiva y abundante. Así también, el consumo de cerveza sin alcohol puede tener un impacto positivo en la calidad de la leche, ya que sería capaz de aumentar la capacidad antioxidante de la misma, sin ofrecer elementos tóxicos como las bebidas alcohólicas. Recordar que ambas se elaboran a base de cebada, por lo que las madres con patología celiaca no deben consumirla.
Cuando la madre consume alimentos flatulentos, le traspasa los gases al lactante: No es así, ya que los gases que pueden producirse en el aparato digestivo de la madre no se incluyen en la leche y, por tanto, no llegan al aparato digestivo del lactante.
El sabor de los alimentos afecta el sabor de la leche: Parte de los compuestos químicos que dan sabor a los alimentos pueden llegar a formar parte de la leche materna. Sin embargo, el impacto sobre su sabor es sutil y no influye en la ingesta del lactante, por lo que en lugar de evitarlos, debe comprenderse y asumirse como la primera etapa de educación alimentaria del lactante, donde éste aprende a habituarse y a aceptar la variedad. Por tanto, la alimentación de la madre no debe condicionarse o variar por este aspecto, y debe privilegiar el asegurar la ingesta de nutrientes.
La madre que se mantiene con sobrepeso tiene mejor leche y de mejor calidad: Es un mito. La calidad de la leche no mejora con un exceso de acumulación adiposa de la madre. Al contrario, podría verse afectada en caso que la madre mantenga un depósito a base de ácidos grasos de mala calidad, usualmente vinculado al consumo de grasas de origen animal.
Hacer dieta para bajar de peso durante la lactancia perjudica la producción de leche: Realizar un régimen hipocalórico durante la lactancia podría llegar ser perjudicial y afectar la producción de leche materna. La misma producción de leche genera un aumento en el gasto energético y, con esto, la utilización de los depósitos de tejido adiposo acumulados durante el embarazo.
La mujer que amamanta debe consumir una mayor cantidad de agua: Es efectivo. La ingesta hídrica de un adulto usualmente se satisface con la ingesta de 8 a 10 vasos de agua al día. Sin embargo, la producción de leche requiere de una ingesta más abundante, por lo que a la recomendación habitual se deben adicionar 800 cc al día en períodos de lactancia materna exclusiva, y 600 cc adicionales al día cuando el lactante inicia la alimentación complementaria.